martes, junio 10, 2008

Del canibalismo al capitalismo VI


Cuando los hombres hacían de dioses…

La Historia hay quien dice que hay que limitarse a exponerla, plantear los hechos tal y como sucedieron. Actualmente todavía se enseñan “la guerra del Peloponeso”, “la guerra de los treinta años”, “la guerra de la independencia”, “la guerra civil” (todas las guerras son guerras civiles), como si toda esta carnicería fuera el fin en sí misma, como si el efecto fuera la causa. Todas las guerras en realidad son el resultado de una crisis económica, que casi nunca es fortuita. Los encargados de enseñar Historia aun se niegan a presentar a tal o cual gobernante como un miserable o a reconocer que detrás del termino “civilización” en la mayoría de los casos solo hay explotación y miedo, se habla de la “cultura asiria” o la “cultura micénica” como de estados sociales de “un cierto nivel”, pero no añaden “de manipulación y abuso” como deberían. Se le ha cerrado las puertas a la ética, disciplina que precisamente estudia el comportamiento humano y han querido convertir la evolución de la sociedad en una especie de secuencia matemática, ordenada cronológicamente, para que dos y dos sean cuatro, pero la Historia no es una ciencia, solo la parte que compete a la investigación se acerca, en la medida que echa mano de técnicas ajenas, como las de datación.

A lo mejor el termino “miserable” puede parecer inapropiado, pero ¿porqué el conocido rey David puede aun hoy dia continuar siendo considerado casi un santo? cuando en realidad hizo algunas cosas que no eran precisamente de buena persona, mientras que sin embargo a un conductor de autobús con dos cervezas se le ve casi como a un genocida. Esto es así porque el Poder exhala un embriagador perfume que hace que las montañas de miembros amputados que gustaban erigir los faraones troceando a los enemigos vencidos nos pasen desapercibidas cuando nos acercamos a la genial “cultura egipcia”. Algunos disculpan atrocidades como esta justificándolas como un medio para infundir “respeto” en aquella arcaica época, sin darse cuenta siquiera de que con ello, hacen apología del terrorismo, porque una canallada lo es ahora y lo fue siempre, no conocemos mejor ahora que antes que es lo correcto y que no lo es. La impunidad de la que gozan las autoridades ha sido y es aun proverbial, si se te ocurre poner un escalón atravesando la carretera como los que ponen los ayuntamientos, eres un sociópata peligroso, pero si los ponen ellos, como lo hacen, entonces el escalón adquiere el inocuo estatus de mobiliario urbano en el peor de los casos, un ejemplo sencillo en el que podemos observar cómo se penaliza a la totalidad de los conductores por las infracciones de unos pocos, pero por supuesto es mucho más barato que cualquier sofisticado sistema informático de control o un par de agentes de tráfico, por supuesto a expensas de los amortiguadores de cada uno de los miles de coches que suelen circular por las carreteras y de algún accidente que otro.

Dicen que hay misterios codificados en las dimensiones y la orientación de las pirámides, parecida intriga despierta el megalitismo, sin embargo lo que es seguro es que estos símbolos, son manifestaciones monumentales de esa capacidad que poseen las personas para, trabajando juntas, conseguir resultados imposibles para un individuo solo. Los faraones, conscientes de esta capacidad, por lo visto aprovechaban los meses que duraba la inundación que se producía por el desbordamiento anual del Nilo, (un tiempo en el que había poca cosa que hacer para la mayoría del pueblo egipcio) movilizando a toda esa gente ociosa y empleándolos en la construcción de sus pirámides. Parece ser que se les alimentaba adecuadamente e incluso se les pagaba. Qué bien, que bonito, una pirámide, se podían haber hecho canales de regadío, graneros, escuelas, áreas de esparcimiento o lo que fuera, pero no, había que plantar un enorme pino de piedra en honor del faraón. Con los trabajos colosales pasa como en los grupos de música que el merito se lo lleva siempre el vocalista.

Con todo esto no quiero decir que la labor de gobernar sea fácil, ni que no se haya hecho nada positivo, solo que demasiadas veces se han seguido criterios más arbitrarios de lo deseable. Es precisamente porque no es tarea fácil para un solo individuo, por lo que gobernar debe ser una labor de conjunto, en la que todos deberíamos colaborar en la medida de nuestras capacidades y de nuestros intereses comunes y particulares. Para ello indudablemente es necesario confiar en el sistema, cosa que lamentablemente para muchísimos, aun hasta el momento, representa un esfuerzo ímprobo. A pesar de todo lo peor no es que haya injusticias, lo realmente terrible es que la gente honrada se desentienda de ellas. Einstein, Gandhi y muchos otros sabios sabían esto y lo han estado denunciando desde siempre, pero predicaban en el desierto. Demasiadas veces se mira hacia otro lado, por miedo o por comodidad, convirtiéndonos en cómplices pasivos de cualquier injusticia.

El caso es que los eventuales detentadores del poder sean cuales sean sus intenciones, se erigen siempre como representantes del “orden”, de “la verdad” y “el bien”, frente al “caos”, “la mentira” y “el mal”, como si ellos fueran la única alternativa posible al desorden y el sufrimiento. Entre las habilidades del Poder no suele encontrarse ni la necesaria humildad para reconocer los errores, ni la firmeza ni la constancia necesaria para enfrentar los verdaderos problemas, pero si poseen una estupenda maquinaria propagandística.

La manipulación, se ha instaurado recientemente en lugar del empleo de la fuerza, como el método preferido de los poderosos para conducirnos a su redil. El truco es muy antiguo, se trata de fomentar la división, financiando entre varios discursos distintos, dos líneas generales de pensamiento, para un conseguir un único objetivo: beneficios.

Desde principios del siglo pasado se vino debatiendo dentro de la elite económica mundial, la forma idónea para ejercer esta manipulación de una forma sostenible y tras dos “guerras mundiales” y millones de muertos finalmente “ganó” el modelo actual, todo es comercializable y lo que no lo es simplemente no existe. Esto es materialismo de una desmesurada pureza, del que se ha extirpado cualquier atisbo de sensibilidad, yendo mucho más allá de la posición del mismísimo comunismo. Es una forma avanzada de oligarquía, maquillada con un buen montón de eufemismos, “Estado del BIENESTAR” (?), “LIBRE mercado”, “LIBRE circulación de capitales”, y otros adornos, una suerte de tiranía edulcorada y aromatizada gracias a los serviciales medios de comunicación.

Los poderosos únicamente deben preocuparse por acumular muchos beneficios, con el objeto de poder relanzar la economía en los momentos de recesión. Sobre este particular hay teorías que afirman que algunas crisis financieras han sido provocadas para probar experimentalmente esto.

Keynes, padre de una teoría macroeconómica monetarista que propugna el intervencionismo del Estado en temas inversión y empleo, con lo que quiero decir que incluso podria parecer liberadora frente al capitaismo especulativo, ha sido excomulgado de este fenómeno místico, para cuyo éxtasis es necesario desarrollar un sincretismo sensorial y emocional que responda únicamente a las fluctuaciones de mercado, se trata de elevar a aquel “poderoso caballero” de los tiempos de Quevedo al rango de divinidad por el camino de la ingeniería financiera. “competitividad”, “consumo”, “productividad” son algunos elementos fundamentales del dogma. El prisma a través del que se mira cuando se acepta la nueva doctrina, transforma en gran medida ciertos aspectos de la realidad, convirtiendo los despidos en “desvinculaciones laborales”, la esclavitud en “subcontratación”, etc . El fallo está en que los Estados de la llamada “democracia occidental”, están en manos de partidos políticos que dependen de aportaciones de las corporaciones empresariales para financiar sus campañas electorales. Aportaciones que, claro está, deben ser correspondidas de alguna manera, por lo que en la practica no se modifica fundamentalmente el esquema económico anterior.

A mi manera de ver, con este sistema se produce lo que se vende, se oferta lo que se demanda, no lo que se necesita, esto redunda en una escasez de plazas universitarias, de hospitales, en la precariedad de las infraestructuras y los puestos de trabajo, etc., mientras proliferan las “grandes superficies”, los “centros de ocio”, los “parques temáticos” y se invierte en hacer urbanizaciones y campos de golf mientras se derrochan los activos en espectáculos “deportivos” de dudoso valor ético. De esta manera cuando se requiere introducir un nuevo objeto de negocio, primero hay que crear la necesidad, por lo que se oferta y se presenta como un bien social, para de esta manera iniciar la cadena de consumo. En el caso de que el producto tenga alguna utilidad, acabará además convirtiéndose en una herramienta de trabajo, haciéndose indispensable y por lo tanto muy rentable. Cuando se les interroga a los sacerdotes de la nueva religión sobre ciertos particulares, se nos hace ver que las deficiencias del sistema producidas hoy, como el tema del hambre o los residuos nucleares, se resolverán mañana, por la gracia del nuevo Dios y su tecnológica mano.

Las guerras de hoy en día serian una autentica mariconada, con sus precisas bombas “inteligentes” dirigidas por laser, y sus agiles helicópteros capaces de reducir a la nada a cualquier infantería, si no fuera por los daños colaterales, las violaciones, las torturas y las humillaciones de los prisioneros. Poco o nada queda de las carnicerías de la antigüedad. La mayoría de los brazos y piernas que se pierden hoy día son de civiles, mayoritariamente niños, víctimas de las minas esparcidas y abandonadas después de un conflicto. Se intenta impregnar el militarismo de buenas intenciones, travistiéndolo de voluntariado, pero el ejército no es ninguna ONG y la sangre siempre ha sido muy escandalosa. A lo mejor cuando consigan reducir al enemigo a un aséptico montoncito de polvo logren que la guerra se parezca aun más a un videojuego.

Los poderosos sacerdotes del nuevo culto en su afán por emular a los dioses están abandonando las prácticas coactivas o directamente violentas porque ahora quieren que entremos en el redil por nuestra propia voluntad, que lo hagamos convencidos de que eso es lo mejor que podemos hacer con nuestra vida. Emplean para ello una elaborada filosofía tan positivista, que podría competir con la del budismo tibetano. Según ellos un despido, perdón, una “rescisión del contrato de empleo”, no es más que una fantástica oportunidad de conseguir un empleo más adecuado o incluso mejor. Para que el efecto sea completo crearon el “desempleo”, un breve espejismo de seguridad, que funciona como un potente desmovilizador social. El concepto de “estabilidad laboral”, “gastos de conservación y mantenimiento” y todo lo relativo a inversiones a largo plazo, ocupan el lugar del diablo en el esquema de esta teología, por lo que la generalización de la “cultura”, no es una prioridad, y los “Servicios Públicos ”, acusados de monopolio son calificados “hereticos” y condenados al desmembramiento por privatización.

En la actualidad, al amparo de esta inicua doctrina, un mar de especuladores carentes de cualquier escrúpulo pescan en las Bolsas de todo el mundo, traspapelando el concepto mismo de “sentido común”, desvirtuandolo todo en su frenética carrera en pos de su dosis diaria de liquidez, arañando ciega y desenfrenadamente los cimientos del mismo futuro. Y lo hacen con total impunidad, son invisibles a los ojos de los organismos financieros mundiales que a decir verdad no están interesados en poner en entredicho uno de los pilares fundamentales del dogma, la “libre circulación de capitales”, teniendo que reconocer con ello, que ante determinadas prácticas bursátiles hacen falta medidas que controlen el flujo de los malditos dineros. Hoy el tanto tienes tanto vales nunca fue más verdad. Es un hecho que aquellos que propugnan la hermandad de la humanidad, la paz y la búsqueda de un crecimiento sostenible son los verdaderos “pobres de espíritu”, los pecadores, enemigos de la sacrosanta “competitividad”, diabólicos defensores de la “cooperación”, que quieren en resumidas cuentas destruir el mundo poniéndole coto a la libre acumulación de riquezas en virtud de la “solidaridad”, concepto completamente ajeno a esta religión .

A mí me enseñaron que el Renacimiento fue lo que la propia palabra indica, un “nuevo nacimiento” donde banqueros como la famosa familia Medici, financiaban altruistamente a cientificos y artistas. En realidad mas tarde comprendí que tras la revulsiva descomposición del cadáver del imperio romano y el auge de los carroñeros movimientos misticos dominantes, una explosión del arte y de la técnica, fue el resultado de una pesada digestión. Giovanni de Lorenzo di Medici por ejemplo, el Papa León X, para poder continuar las obras de la Basílica de San Pedro, no tuvo el mas mínimo escrúpulo en vender el Cielo por parcelas, estipulando el precio de la indulgencia en función de la gravedad de los pecados cometidos y también de los por cometer, lo que es muchísimo más grave, puesto que en la práctica representa tener carta blanca celestial para cometer cualquier tipo de fechoría. Contemporáneo suyo, Lutero aprovechó esta flagrante impiedad para rebelarse contra la Iglesia católica, de tal manera que este Papa, considerado aun hoy como un grandísimo “mecenas”, fue el causante directo de las guerras “de religión” que provocaron cientos de miles de muertes en toda Europa, amén de ser el protagonista, de la que quizás sea, la estafa multimillonaria más descarada de todos los tiempos. Lutero no resultó ser tampoco lo que se dice una bendito varón, se aprovechó de los campesinos que hartos de tanta explotación apoyaron su conflicto con la esperanza de que les liberara de los abusos de las clases dominantes, cosa que evidentemente no consiguieron. Estas cosas no son anecdóticas excepciones, no es difícil comprobar que son la tónica general.

Con toda seguridad todo esto puede parecer una visión muy negativa de la historia del hombre, nada se ha dicho del arte, la ciencia, el amor, todas esas cualidades que embellecen al ser humano. Pero el hecho de, por ejemplo, que el genial Miguel Angel pintara los techos de la Capilla Sixtina para mayor gloria del maquiavélico Papa Sixto IV, no me parece motivo de orgullo, como tampoco lo es que en la actualidad se gasten millones en laboratorios que persiguen descubrir mas eficaces armas de destrucción masiva.

A propósito del amor, fue Pio Baroja quien dijo algo asi como que el amor no era mas que el engaño de la especie y el Manú opina que el amor lo inventaron los catalanes para ahorrarse las putas. Es broma.

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