domingo, agosto 31, 2008

Del canibalismo al capitalismo VIII


Los Dioses III.


Hay muchos dioses, demasiados con toda seguridad, probablemente tantos como devotos, porque cada persona valora en mayor o menor medida un aspecto distinto del objeto de su devoción, por eso hay tantas vírgenes y cristos, por eso los dioses tenían tantos epítetos. Antes del empleo de la escritura, se memorizaban todas las historias, había contadores de relatos profesionales, gente muy aplaudida por lo general, que contaba las andanzas de héroes y canallas, relatos de amores y grandes batallas, de maravillas o calamidades sin cuento, donde siempre intervenían los dioses. O por lo menos eso es lo que nos ha llegado a través de ( y esto es lo sospechoso) los sacerdotes y sus escribas, una vez que la escritura dejo de ser tan solo un método para contar medidas de trigo y ollas de manteca. Puesto que el ser humano aparece por primera vez entre el -300.000 y el -150.000, en el norte de África, es en alguna de las riberas del conjunto de enormes lagos que era el Sahara en aquel momento, donde deberíamos quizás buscar algún rastro de la actividad de los celestes creadores. Urululla, “la ciudad de otro tiempo”, el lugar de donde vinieron los dioses, expulsados por causas desconocidas (podemos especular con el Diluvio o la Atlántida o cualquier otra cosa) en tiempo inmemorial ( ultu ulla). Que los dioses vinieron de otra parte, (no de otro planeta, orden cósmico, dimensión, universo paralelo, etc.) no es un caso único, por poner un ejemplo, Zeus llego a Grecia desde la próxima isla de Creta.
Aunque habitualmente descienden del cielo (y ascienden a el, en realidad van y vienen) en sus carros brillantes o en pájaros dorados, originariamente llegaron por mar, arribaron a Mesopotamia y Egipto, lugares que se distinguen de cualquier otro lugar por la abundancia de lodos y tierras inundables de clima tropical, se ve que les gustaba la humedad. Sin ir más lejos, fíjate si tendría sitios para elegir y sin embargo el dios Enki plantó su casa en los cañaverales de una marisma en Eridú, (con la de mosquitos y bichos chungos que debía haber), aunque luego lo transformaría en un fantástico estanque plagado de peces para pescar. Oannes (U-anna), uno de los siete seres (Abgallu, Apkallu : ab = agua, Gal = grande, lu = hombre; gran hombre acuático) enviados por Enki para civilizar a la humanidad, es descrito ataviado con una piel depez cuya cabeza viene a ser una especie de casco, sugiriéndonos tal vez, un dominio del liquido elemento más allá del cordaje y el velamen. De este “gran hombre pez” sabemos además que no pasaba todo el día aleccionando a los “cabezas negras”, sino que al anochecer se sumergía en el mar desapareciendo hasta la mañana siguiente. Más tarde, el culto al hombre pez sumerio tuvo también mucho éxito entre las relativamente lejanas tribus fenicias, donde fue adorado como Dagon. Llama la atención asimismo la significativa cola de pez que luce el dios Visnú en el papel de preservador de la humanidad, salvándola de la Gran Inundación. En las diversas mitologías posteriores a la sumeria, de entre las que la griega es tal vez el mejor ejemplo, a los dioses se les ha querido localizar en las montañas, también determinadas tribus semitas acostumbraban a dirigirse a terreno elevado para contactar con la divinidad (Abraham, Moisés, etc.) y en el hemisferio norte, entre las tribus celtas y arias, no son raras las creencias relacionadas con árboles y montañas sagradas. Agunos reinos predinasticos del bajo Egipto reconocian al dios montaña "Ha". Tanto es así que incluso en la propia mitología mesopotámica se habla de “la montaña cósmica” y también del “árbol sagrado”, aunque casi con toda seguridad son adiciones de origen semita, la cultura sumeria no era en absoluto de tipo sincretista sino acumulativa, sencillamente preferían la suma a la sustitución.

Hoy por hoy, los dioses antiguos se hallan en su práctica totalidad en el cielo, a la espera de que llegue el fin del mundo, para dejarse ver otra vez, por lo que esta hipotética fecha ha sido causa de múltiples especulaciones y controversias, crímenes en masa y suicidios tanto individuales como colectivos. El propio término “cielo”, dado el nivel de conocimiento adquirido por el hombre sobre este medio físico gracias a la ciencia, dispone hoy de una dimensión metafísica, que quizá la mecánica cuántica nos ayude a entender algún día.