martes, diciembre 08, 2009

Impresiones de viajes IX


Cuando Sheshonq I expulsó a la cúpula del sacerdocio de Tebas para colocar a su hijo Iuput, estos se refugiaron en Napata, donde pusieron en marcha en torno al templo de Amón, construido en época ramesida, una administración y una monarquía teocratica al estilo tebano al mando del mas poderoso jefe de los mercenarios libios, que Ramses asentara en Nubia mas de trescientos años atrás, Kashta, hermano de Alara, según que fuentes, séptimo rey de Kush, quien dió lugar a un régimen lo suficientemente estable como para recaudar impuestos y volver a poner en funcionamiento las minas de oro. Mientras en el norte, los distintos príncipes libios se debilitaban en continuos enfrentamientos, Kashta, daría los primeros pasos para hacerse con el control del Alto Egipto, colocando a su hija Amenirdis como sucesora de la vigente esposa divina de Amón en Tebas y sentando las bases para que su hijo, Piankhi, fundara la XXV dinastía, también conocida como dinastía Kushita o Nubia.

El problema, aquello que mantenía enfrentados a los principes locales y que provocó que varias dinastías se solaparan en el tiempo, surgió a causa de la evolución que se había producido en el derecho de sucesión desde la dinastía XVIII, cuando aun era posible legitimar la monarquía mediante el matrimonio con una princesa del linaje de Amón, en virtud del mito de la teogamia, sin embargo parece ser que Osorkon III había llegado a establecer un pacto con el sumo sacerdote de Amón, acuerdo que además fue aceptado tácitamente por todos los príncipes feudales, por el cual desde ese momento, la hija del rey, una virgen, será asignada al templo de Karnak como “esposa divina de Amón” de tal manera que ni el rey ni el sumo sacerdote pudieran hacerla su consorte, con lo que en la practica ningún príncipe podía arrogarse el derecho divino por medio del matrimonio. Técnicamente, Amón retiraba de esta forma a los hombres la capacidad de gobernar en su nombre y en cierto modo autorizaba a cada príncipe a luchar por el poder. En realidad esto no resultó ningún problema para algunos príncipes feudales, que no dudaron en optar a la monarquía por “la gracia” del dios local, lo que en definitiva redundó en detrimento del prestigio de Amón que de hecho hacia tiempo que se había visto muy mermado en favor de Ra, Ptah o Thot, en función inversamente proporcional al auge económico de las ciudades de las que estos dioses eran patronos, dado el anquilosamiento financiero de Tebas.

Tefnakht, decidido a terminar con aquella situación, reunió en una coalición contra Piankhi, a todos los príncipes del Delta, con la excepción del príncipe Akanosh de Sebennitos y Petisis de Atribis, al frente de la cual se apoderaría de Menfis y conseguiría la sumisión del príncipe de Hermopolis, dirigiéndose hacia Heracleopolis donde reinaba aun la XXII dinastía. Durante el sitio de la ciudad, Piankhi recibió una petición de ayuda de unos emisarios de Heracleopolis, que se había negado a capitular, y este envió a su ejército hacia el norte, desbaratando la coalición de Tefnakht. Piankhi, liberó Heracleopolis y continuó “liberando” ciudades y premiando a las que se habían negado a seguir al príncipe de Sais, presentándose piadosamente y con estudiada ceremonia ante el dios de cada ciudad para ser reconocido como soberano, un paseo, hasta que llegó a Menfis, allí Piankhi encontró una verdadera resistencia, debido a que el control de la ciudad lo tenia la población civil y no el sacerdocio, tras los muros le esperaban las milicias compuestas por artesanos y trabajadores libres, apoyadas por ocho mil hombres, entre soldados y marineros, que Tefnakht había logrado introducir en el ultimo momento, sin embargo a pesar de todo, Menfis fue tomada por sorpresa y la flota de la ciudad inmovilizada en el propio puerto, cuando irrumpieron las tropas nubias a través del Nilo, en un audaz movimiento que los defensores no esperaban en plena crecida. Piankhi, devolvió a los sacerdotes de Menfis prebendas que le habían sido confiscadas y castigó severamente a la población civil, luego siguió avanzando sin encontrar resistencia, hacia Sais. Tefnakht, solo, sin apoyos, se vio obligado a aceptar la soberanía etiope, lo que le valió conservar intactos, a pesar de tener que pagar tributo, su patrimonio y su influencia política. Después de esto, Piankhi se retiraría al Sur, incapaz de ejercer una hegemonía plena en todo el territorio a pesar de haber obligado a todos a que reconocieran su autoridad, y no volvería mas al Delta, dejando de esa forma las cosas, prácticamente como estaban.

La crisis interna seguía manifestándose: al igual que la nobleza sacerdotal y la burguesía ciudadana habian desposeido de sus derechos individuales a la clase media cuando Mineptah expulsó a los esclavos extranjeros, el triunfo de Piankhi representaba el ascenso de un núcleo duro de esa misma nobleza sacerdotal investida del poder monárquico y a su vez, un nuevo repliegue, la desposesión de los derechos feudales y comerciales de las ciudades y los señoríos, una concentración del poder que el país no se podía permitir y en todo caso, las ciudades no iban a consentir: en poco tiempo Tefnakht se hizo con el control de todo el Delta. Su sucesor Bakenranef (el Bocchoris de Heródoto) solo reinaría cinco o seis años, pero su influencia dentro y fuera de Egipto, fue importante, fue un notable legislador imbuido por la idea de repartir mejor la riqueza y devolver algunos derechos individuales a la población, consciente de la imperiosa necesidad de restablecer la confianza en la administración, o eso, o era un truhán ambicioso que utilizó a las masas populares de las ciudades para desbaratar el poder de los príncipes feudales y de los sacerdotes, tal vez fue ambas cosas, en cualquier caso, los clásicos grecorromanos lo incluían en la lista de sabios legisladores de la antigüedad, sin embargo cometió un terrible error, provocando al imperio asirio al incitar una rebelión en Palestina, aunque consiguiera evitar la invasión pagando tributo a Sargon II. Desafortunadamente para Bocchoris, el rey Shabaka del Alto Egipto, hermano y sucesor de Piankhi, acudió a la llamada de la nobleza sacerdotal del Delta, que temía por sus riquezas y privilegios, capturándolo y enviándolo a la hoguera por hereje (una práctica extraña a la costumbre egipcia, de impronta asiática tal vez).

A pesar de que Shabaka consiguió con esto nada menos que reunificar de nuevo a Egipto, da la impresión de que vino de Napata como uno de esos polis que disparan y luego preguntan, puesto que en seguida, después de preguntar, evitó de forma explicita al clero de Amon alejándose de Tebas, trasladando la residencia real a Tanis pero estableciendo la capital en Menfis, desde donde trataría de reinstaurar la teología solar en torno a Ptah en perjuicio de la visión feudo-sacerdotal que preconizaba el sacerdocio de Amon. Financió trabajos de restauración en caminos, puertos y canales, con la clara intención de facilitar el comercio y ganarse el aprecio de las ciudades, Sais, a pesar de la “herejía” de Bocchoris, no fué anexionada como señorío real y el hijo del hereje, Necao, conservó el principado de su padre. Shabaka por otra parte y a pesar de todo, carecía de un ejercito suficiente como para enfrentar a Asiría, así que envió regalos a Sargón, que este, por fortuna, correspondió con otros regalos, como era acostumbrado entre monarcas cuando se pretendía mantener una buena relación.

Poco antes de morir Shabaka, se acabaría esta buena relación cuando Senaquerib, el sucesor de Sargón, tuvo que marchar sobre Palestina para aplastar la rebelión de las ciudades de Israel y Judea. El rey Ezequias, para evitar el saqueo de Jerusalén optó por entregar la indemnización que Senaquerib le exigió, pero aun así, los asirios no levantaron el sitio, circunstancia que utilizaría Shabataka, el sucesor de Shabaka, como justificación para intervenir en la zona, por lo que envió a su primo Taharqa al mando de las tropas a combatir contra el ejercito asirio. Parece ser que Senaquerib, se tomó el ataque a chufla, según se desprende de una carta de este al sitiado rey Ezequias, en realidad el rey asirio ya estaba resuelto a abandonar el sitio de Jerusalén debido a una epidemia de peste que estaba agostando sus fuerzas, aun así, derrotó al ejercito egipcio en Ascalón y Jaffa para luego internarse en el Delta, pero Shabataka obtuvo el apoyo de las milicias de tenderos y trabajadores de Tanis logrando rechazar a los asirios frente a Pelusa. El ejército de Shabataka estaba formado en realidad solo con las tropas del Alto Egipto, los feudales del norte lógicamente negaron sus fuerzas libias al rey ya que se sentían agraviados porque sus privilegios estaban siendo abolidos, en virtud de la politica de centralización que practicaba la monarquía nubia; desde el reinado de Shabaka, estaban siendo sistemáticamente atacados por vía administrativa, distintos aspectos del poder feudal, con la intención de reedificar la administración del Imperio Nuevo, es por esto que el rey tuvo que recurrir a la población de las ciudades, verdaderamente interesada en evitar la invasión del temible ejercito asirio.

Shabataka sería asesinado poco despues por Taharqa, quien excusó su acción, apelando al derecho de sucesión que Shabaka había violado nombrando sucesor a su propio hijo, ya que la ley de sucesión feudal establecía que el trono pertenecería siempre al linaje del primogénito de Kashta, en este caso Piankhi, padre de Taharqa.

Durante veinticinco años, Asiría no hizo acto de presencia, y Taharqa continuando la politica centralizadora, mantuvo la presión sobre los príncipes del norte, llegando hasta el extremo de deportar a todas las esposas de aquellos, para obligarles a plegarse a sus demandas políticas. Una de las reclamaciones que enfrentaba a la monarquía con los feudales era precisamente el derecho a disponer de las tropas libias del Delta, con objeto de reconquistar Siria y Palestina, un sueño imposible, pues en esos momentos, los propios príncipes combatían unos contra otros. Consciente de sus limitadas posibilidades militares, Taharqa se había entregado a monumentales proyectos arquitectónicos confiando quizás en que con el conflicto dinástico surgido a la muerte de Senaquerib a manos de algunos de sus hijos, se desvanecería el interés despertado por Egipto. En realidad Asiría siempre estuvo mucho mas interesada por las ricas y mas accesibles ciudades de Siria y Palestina y por supuesto Babilonia, ya que el principal objetivo de los monarcas asirios, se reducía al saqueo, el único sentido de la conquista era sencillamente el botín, a diferencia de Egipto o Babilonia que veían la guerra solo como un medio para salvaguardar sus intereses comerciales. Los monarcas asirios amontonaban las riquezas robadas que la guerra les procuraba en Nínive, adornándola con resplandecientes palacios y templos donde, afortunadamente para los historiadores actuales, llegaron a almacenar una importante parte del legado cultural mesopotámico. En realidad Asiría no era un estado propiamente dicho, era mas bien un centro productor de unidades para el ejercito, Asiria era el rey y la administración poco o nada se preocupaba de la prosperidad de los territorios conquistados, se reducía prácticamente al cobro de los tributos y en los países “amigos” la diplomacia solo tenia el propósito de espiar e intrigar. La guerra era su negocio, si bien no todas las que emprendían resultaban provechosas, las constantes guerras fronterizas suponían un desgaste permanente, en concreto los conflictos con sus vecinos medos, persas y elamitas representaban en aquel momento una tarea suficiente como para mantener a los ejércitos asirios lejos de Siria y Egipto.

Babilonia, aprovechando la muerte de Senaquerib, asesinado por uno de sus hijos, se sublevó y Assarhaddon, también hijo suyo, tuvo que sofocar la rebelión, después de vengar el asesinato de su padre. Informado de la crisis dinástica asiria, Taharqa aprovechó el momento para fomentar la rebelión de las ciudades de Palestina y Siria, e incluso se atrevió a intervenir, una estupidez que atrajo el interés del rey asirio, quien venció al ejercito egipcio en Ekron y mediante una estudiada estrategia, se introdujo en el Delta por el Sinaí, con el inestimable apoyo de los beduinos, cuya labor fue la de abastecer de víveres y agua a las tropas asirias durante la travesía por el desierto, un duro camino, con el objeto de evitar la ciudadela de Tanis y a las milicias de tenderos y trabajadores libres que impidieron a su padre conquistar Egipto. Assarhaddon se apoderó sin resistencia del Delta, aunque no persiguió a Taharqa que fue a refugiarse en Tebas. Los príncipes del norte aceptaron la soberanía asiria y a cambio, Asarhaddon los conservó en sus puestos, contentándose con cambiar el nombre de las ciudades y los de los principales por nombres asirios, colocar al dios Assur a la cabeza del panteón y asignar un delegado asirio como supervisor en cada prefectura. Estas condiciones representaban una novedad en la relación de Asiria con los pueblos conquistados, evidentemente diseñada con la intención de imponer una cierta uniformidad cultural a su imperio, no podía esperar que los pueblos conquistados a sangre y fuego, asimilaran voluntariamente su lengua y sus costumbres. Aparte de esto y de un tributo que las ricas ciudades se podían permitir, la ocupación asiria sirvió a los príncipes feudales del Delta para preservar los privilegios que la monarquía nubia quería destruir, por lo que se sentían cómodos con la situación.

A pesar de todo, en cuanto se le presentó la oportunidad, Taharqa instigado por el clero de Menfis lanzó una ofensiva y se apoderó de la ciudad abatiendo a la guarnicion asiria y la oposición ciudadana. Fue un golpe de efecto que no encontró ningún eco favorable, los príncipes del Bajo Egipto le dieron la espalda y Assarhaddon no encontró ninguna resistencia cuando volvió a entrar en el Delta en dirección a Menfis. Fue una verdadera suerte para Taharqa que el rey asirio muriera durante la contienda, hecho que causó la retirada en desbandada del ejercito invasor permitiendo al rey del Alto Egipto gobernar en Menfis durante unos tres años, hasta que Asurbanipal, el sucesor de Asarhadon, se encontró en disposición de volver a Egipto, enviando a su ejercito a retomar Menfis. Esta vez, tras tomar la ciudad, el ejercito asirio remontó el Nilo rumbo a Tebas, decidido a conquistar todo el territorio. En aquel momento, los dos príncipes mas relevantes del Delta, Pakrur de Per-seped y Necao de Sais, enviaron emisarios a Taharqa ofreciéndole su ayuda a cambio de dividir el territorio egipcio en tres partes, el Delta oriental para Pakrur, el occidental para Necao, conservando Taharqa el Alto Egipto, sin embargo los emisarios fueron apresados. Asurbanipal saqueó Sais, Mendes y Tanis, ordenó desollar y empalar a multitud de príncipes y se llevó a Necao prisionero a Ninive. Tebas ni siquiera se resistió, Taharqa huyó a su capital nubia de Napata y Mentuemhat, quien gobernaba en Tebas, aceptó la soberanía asiria.

Asurbanipal, consciente del prestigio del hijo de Bocchoris, lo trató bien y lo devolvió pronto a Sais, reintegrándole sus antiguos privilegios, de hecho Necao aparentaba ser un entusiasta de Asiria, adoptando para si y para su hijo Psametico, nombres asirios. A la muerte de Taharqa, fue coronado en Napata, Tanutamón, el hijo de Shabataka (según la ley de sucesión feudal), quien llegó con animo de dar un vuelco a la situación, Tebas no representó ningún problema pero en Menfis tuvo que enfrentarse a las milicias urbanas, la guarnición asiria y un fuerte contingente enviado por una coalición de príncipes del Norte, sin embargo el rey los aplastó con sus reducidas tropas nubias y Necao resulto muerto durante la batalla. Los príncipes se acantonaron en sus nomos, pero Tanutamón mostrándose decepcionado por tener que combatir contra compatriotas, no los persiguió. Menfis se convirtió en su residencia y la nueva situación se prolongo mientras Asurbanipal estuvo ocupado “pacificando” el Elam. En un momento dado, Pakrur, desligándose del control asirio, condujo a todos los príncipes del Norte a Tebas, excepto el hijo de Necao, Psametico, príncipe de Sais, para rendir pleitesía a Tanutamón, imbuido quizás por el discurso nacionalista que el rey nubio había adoptado. Psametico decidió refugiarse en Ninive, convencido de que la superioridad militar asiria, quebraría aquella frágil unidad nacional, como así fue: al cabo de tres años Asurbanipal se presentó en Egipto y automáticamente todos los príncipes se rindieron, así que a Tanutamón no le quedo más remedio que huir, refugiándose en Napata. Esta vez y de forma definitiva Tebas fue arrasada y la población pasada por las armas, el ultimo vestigio del antiguo poder del clero de Amón fue extinguido para siempre, tan solo la divina adoratriz del dios, sin ninguna relevancia política, escapará de la masacre. La ruina de “la ciudad de las cien puertas”, un hecho que conmocionó al mundo y que tanto griegos como judíos recogieron en sus escritos, fue un acontecimiento que marcó el fin de una dinastía y también el de una época.

Asurbanipal, una vez acabada la campaña militar egipcia, se mostró condescendiente con los entonces doce príncipes que se repartían Egipto, dejándoles hacer y deshacer siempre y cuando cumplieran puntualmente con el tributo exigido. Estos doce príncipes habían llegado a un acuerdo mutuo de no agresión sancionado por el dios Ptah, sin embargo cuenta Heródoto que a través de un oráculo en Menfis, este dios había profetizado que encontrándose reunidos para las libaciones de costumbre en el templo de Ptah , aquel de los príncipes que bebiera en una copa de bronce, seria el único rey de todo Egipto y según el relato, en una de esas ocasiones, el gran sacerdote del dios, sacó solo once copas de oro, en lugar de las doce necesarias para efectuar el solemne ritual sagrado y Psametico que era el ultimo en beber, sin pensar usó su casco de bronce a falta de copa, cumpliéndose de esta forma la profecía. Leyendo entre líneas podemos concluir de la narración, que el clero de Menfis apostaba por la monarquía única y que Psametico era su favorito, al fin y al cabo, Menfis era un estado dependiente de Sais y el clero estaba al tanto de las magnificas relaciones no solo comerciales que Psametico mantenía con Lidia y que al final le darían los medios para el éxito de su proyecto, que no era otro que el de arrebatar Egipto a los asirios e implantar la monarquía solar en torno a Ptah, a costa de la feudalidad.

Probablemente Asurbanipal confiaba en que Psametico sin el apoyo de los demás príncipes, con el ridículo ejercito de un príncipe local, no se atrevería a desafiarle, pero ni el, ni los propios príncipes feudales esperaban que Giges, el rey de Lidia, por entonces uno de los hombres mas poderosos de su entorno, proporcionara al príncipe de Sais, suficiente oro y un ejercito compuesto de mercenarios jonios y carios equipados con armaduras, unos “hombres de bronce” también proféticamente anunciados. Psametico completó, en efecto, sus planes llevando incluso la frontera oriental hasta Ashod, en Palestina, fundando la celebre dinastía XXVI, mejor conocida como dinastía saíta.

Desde este momento, la dinastía nubia refugiada en Napata, abandonará esa ciudad para fundar una monarquía de corte amonita mas al sur, en Meroe, en tierras etiopicas, donde con el tiempo degenerará, llegando a absorver las primitivas costumbres del entorno, que incluian rituales en los que no eran infrecuentes los sacrificios humanos.

Psametico dispuso un gran ejercito de muy variada procedencia mandado por generales egipcios, suficiente para expulsar a los asirios y vencer a los demás príncipes que no contaban con el apoyo de las milicias ciudadanas, las cuales solo soportaban el régimen señorial que ofuscaba el comercio con sus privilegios. Una vez desbaratada la feudalidad, la monarquía adoptó los títulos, modelos y formas del Imperio Antiguo, fueron aplicadas las reformas de Bocchoris, la administración y la justicia nuevamente restablecidas, las infraestructuras reparadas y abiertos los caminos del medio y alto Egipto. Desde el primer momento, Psametico contó con el apoyo incondicional de las ciudades dado el carácter social de sus reformas, es por esto que en el solo transcurso de su reinado, Egipto volvía a ser una gran potencia. En Tebas, conseguirá que la divina adoradora de Amon, nombre sucesora a una hija suya, Nitocris, quien asumirá luego el cargo como Shapenupet III, eliminando así, definitivamente, cualquier amenaza de restauración por parte del clero de Amon, la hegemonia de Sais era indiscutible.

martes, noviembre 03, 2009

Impresiones de viajes VIII



Durante el propio reinado de Ramses XI, la XX dinastía sucumbe o abandona, a pesar de lo que diga la propaganda monárquica a través de los bajorrelieves de los templos; en realidad el poder efectivo lo ostenta por un lado, un general de origen libio, Herihor, gran sacerdote de Amon, dueño del alto Egipto y por otro el antiguo visir Nesubanebdjed, (el Esmendes de Herodoto), asimismo militar de origen libio, quizás hermano de Herihor, quien controlaba el Bajo Egipto.

A Ramses XI se le presentaba un problema, con los colonos libios asentados en el Delta, gente orgullosa que no había cambiado sus nombres por otros egipcios y hacia gala de sus orígenes conservando la antigua costumbre de adornarse la cabeza con dos plumas y que en muchos casos no respetaban los preceptos religiosos básicos, como la prohibición de comer pescado, cosa inmunda para un egipcio en virtud de la tradición osiriaca que hacia del oxirrinco un pez sagrado ( y por extensión, todos los peces) por el hecho de haber ingerido el falo de Osiris tras su desmembramiento a manos de Seth. Al frente de estos libios, aunque absolutamente integrados en la estructura social egipcia, estaban los Grandes Jefes de los “Ma” (diminutivo de “mashauash”), que por entonces ya eran dueños de tierras, poseedores de riquezas y planeaban ignorar la autoridad del rey.
Eran tiempos en los que la mayoría de la población rayaba la indigencia, una multitud de artistas, orfebres, pintores, escultores y artesanos desempleados, ya que todas las obras publicas habían sido abandonadas, andaban bastante cabreados y protagonizaron algunas revueltas que fueron ejemplarmente sofocadas. Los canales cegados no eran limpiados, ni reparados los diques rotos, los caminos eran difíciles y expuestos al bandidaje, en aquellos momentos el saqueo de tumbas reales, era un recurso nada despreciable para muchos, un gran numero de ellas fueron esquilmadas en aquella época a pesar de los durísimos castigos impuestos a los saqueadores porque en realidad, si conseguías hacer una fortuna con el robo, daba igual que te pillaran puesto que la justicia hacia mucho que había desaparecido sustituida por el oráculo de Amón y los pleitos se ganaban a golpe de talonario. Lentamente la infraestructura comercial del Alto Egipto, segregado en multitud de latifundios fue deteriorándose, no se atendían las labores de mantenimiento fundamentales y los nomos solo se ocupaban del autoabastecimiento, por lo que al no haber excedente, la economía continuó ralentizándose. El momento económico de las ciudades del Delta era muy diferente puesto que el comercio fenicio en el mediterráneo estaba entrando en su apogeo y los magnates de muchas ciudades del Norte disfrutaron de una gran prosperidad: Bubastis, Atribis, Sais, Busiris, Mendes,Sebennitos , Farbaitos, Per Seped y Buto fueron la cuna de grandes fortunas familiares, algunas de origen libio que serian relevantes en el futuro, sin embargo nada o muy poco de esa riqueza alcanzaba a la mayoría de la población, entregada en el mejor de los casos a la servidumbre. Una diferencia significativa entre el Alto y el Bajo Egipto era la presencia de ejércitos formados y estables solo en las ciudades del Norte ya que las milicias de los nomos del Alto Egipto gracias al sistema de inmunidades, no tenían la obligación de atender eventuales demandas de tropas de Tebas, por lo que el ejercito del Sur resultaba ineficaz .
Así estaban las cosas cuando Amenhotep, sumo sacerdote de Amón, fue acusado por un delito que no se especifica, hecho que se puede interpretar como un intento de recuperar el control por parte de la monarquía, aunque tuvo que ser reducido por la fuerza gracias a las tropas de Panehesy ("el negro"), virrey de Nubia, llamado a tal efecto por Ramses XI. Sin embargo, cuando Herihor, a la muerte de Amenhotep asume el cargo de gran sacerdote de Amón con el beneplácito del rey, será Panehesy quien será expulsado. Da la impresión de que o bien Ramses no sabia muy bien lo que hacia o que Panehesy era demasiado ambicioso, en cualquier caso, el ascenso de Herihor al final de la era ramesida, marca el comienzo de lo que ha venido en llamarse tercer periodo intermedio, y también el final del Imperio Nuevo.
Herihor después de ser nombrado virrey de Nubia por el propio Ramses, a la muerte de Panehesy, ignorando al rey o con su consentimiento, gracias a un oportuno oráculo de Amón, asumió todas las prerrogativas reales fundando la XXI dinastía sin esperar a que se extinguiese la XX. Nombró a su hijo Piankhi sumo sacerdote de Amón, quien renunció cortésmente a la titulatura real, aunque el hijo de este ultimo, asumiría la realeza después del largo reinado de un hijo de Nesubanebdjed, Psusennes I .
En realidad la casa real y el pontificado de Amón desde Herihor, estuvieron siempre emparentados y mantuvieron una estrecha relación, de tal manera que el poder religioso, el económico y el militar, se hallaban aunados aunque en la práctica la monarquía hasta la muerte de Ramses XI asumirá el aspecto de un triunvirato.
Nesubanebdjed desde Tanis, representaba el poder económico de las ciudades y controlaba el ejército de los “Grandes Jefes de los Ma”, sin embargo era Herihor como gran sacerdote de Amón quien detentaba las prerrogativas reales. En resumen, los oligarcas del Delta concentraban la riqueza, parapetados tras las fuerzas libias del ejercito, mientras el resto de la población languidecía, situación que desembocó en una revuelta popular de tintes independentistas, en Tebas durante el reinado de Pinedjem, que fué sofocada y los rebeldes exiliados al oasis de El Khargeh. Como probablemente era mas costoso mantenerlos en el oasis libio que darles la libertad, Menkheperre, hermano de Pinedjem, quien manifestando su poder mediante algunos milagros, había llegado a Tebas para ser investido sumo sacerdote de Amón, echando cuentas, mandó ejecutar a los que tenían delitos de sangre, amnistiando a los demás, cosa que fue proclamada como una muestra de la bondad de Amón, mediante uno de esos oráculos tan oportunos .

Un síntoma de la inestabilidad de aquella época, es que los faraones no dudaban en reutilizar los sarcófagos más impresionantes de los requisados a los saqueadores de tumbas, un pragmatismo quizás impensable en otro tiempo. La religión se había depreciado mucho entre la gente llana, cuando se pasa hambre se tienen otras prioridades, además para escarnio del clero, por entonces se había divulgado una parodia de literatura sagrada bastante escabrosa, conocida hoy como “El mito de Horus y Seth”. Ignorando los hechos, en una huida hacia delante, el clero proclamaba el Uhm Msut , la «Era del Renacimiento», con la esperanza de insuflar algo de esperanza u optimismo y recuperar para la religión algo del prestigio perdido, aunque hay que matizar este hecho: no es que la gente se hubiera vuelto atea, ya que el pueblo mantenía un profundo fervor sobre todo en torno a Osiris y el culto agrario, ignorando en la mayoría de los casos a Amón, que era un dios exclusivo de los soberanos de Tebas.


Mientras tanto, hacia el final del reinado de Psusennes I, en Palestina, David apoderándose de los territorios de Edom, hasta el Jordán y aliándose con Hiram de Tiro, estableció una ruta comercial con la que, aunque lesionaba los intereses de Egipto, financiaba el reino de Israel que había fundado recientemente su suegro Saúl, sin el beneplácito de los sacerdotes de Adonai.
Aproximadamente veinte años después, tras la muerte de David, se produjo una fratricida crisis dinastica, que aprovechó el faraón Psusennes II para arrebatar Gezer a los filisteos; plaza fuerte que entregaría mas tarde como dote, para la boda de su hija con Salomón, con idea de establecer entre Israel y Egipto un vinculo que salvaguardase los intereses egipcios, aunque a la muerte de Psusennes II, las directrices de la política con respecto a Israel iban a cambiar radicalmente. Sheshonq, Gran Jefe de los Ma, de la rica familia de sacerdotes de Harsafes en Bubastis, funda la dinastía XXII con el apoyo incondicional de las ciudades del Delta, trasladando la capital de Tanis a Bubastis.
Al parecer, la rápida prosperidad de Jerusalén perjudicaba mas de lo esperado los intereses comerciales del Bajo Egipto, por lo que no es nada improbable que en realidad el ascenso de Sheshonq fuera propiciado por los lideres económicos de las ciudades ya que, a la muerte de Salomón y en medio de la guerra civil que siguió, cuenta la Biblia que Sheshonq “ cayó sobre Jerusalén, se apoderó de los tesoros de la casa del Eterno y de los tesoros del rey, se adueñó de todo. Se apropió de los escudos de oro que Salomón había mandado hacer..”.
Israel y Judea, estados en los que se dividió el reino de Salomón, tuvieron que aceptar el protectorado egipcio y pagar en adelante el correspondiente tributo, al tiempo que comenzaba para las ciudades del Delta un nuevo periodo de prosperidad, puesto que sus puertos se convirtieron nuevamente en el destino de las rutas comerciales, usurpado durante un tiempo por las ciudades de Israel. Tampoco la ciudad estado de Tiro, a pesar de haber sido en principio un buen aliado, estaba interesada en permitir que el Israel de Salomón desviara parte del comercio hacia sus incipientes puertos instalados en la costa palestina, por lo que parece ser que el reino de Israel no tenia futuro, sin embargo todas las economías de la zona habían estado muy complacidas con un estado militar como el establecido por el ejercito de David que les ahorraba el costoso mantenimiento de una fuerza militar permanente que protegiera las rutas comerciales. Las ciudades fenicias, que presumían desde hacia tiempo de haber perdido el respeto a Egipto, se apresuraron a ofrecer sus tributos, con el doble animo de evitar que el ejercito de Sheshonq se interesara por ellas y por otra parte fomentar el protectorado egipcio en la zona, siempre preferible a la alternativa asiria, que empezaba a levantar cabeza nuevamente.
Después de las extenuantes y continuas guerras que Tukulti-Ninurta impuso al país, que le habían permitido someter a los arameos, apoderarse de la Transtigritania y conquistar Babilonia, una profunda crisis dinastica, tras el asesinato del rey por su hijo, Assur-nasir-apli, deshizo el incipiente imperio asirio y mantuvo el país demasiado ocupado en sus propios problemas internos, hasta el advenimiento de Teglat-phalasar I, quien forzando de nuevo la maquina militar asiria, conquistó nuevamente Babilonia al derrotar a Nabucodonosor I, extendiendo así el Imperio asirio hasta el mediterráneo y hasta las propias fronteras orientales de Egipto.

La dinastia Sheshonquida, disfrutó de riquezas sin medida, como demuestran los sarcófagos de plata maciza de la época, aunque su influencia y su prestigio no iba mas alla de Memphis o Heracleopolis; el Alto Egipto por el contrario, sumido en un letargo financiero atroz, permanecía en manos de los sacerdotes de Tebas, quienes celosos de su modo de vida, cerraban las puertas a los intentos de acercamiento de la monarquía. El desmembramiento feudal estaba tan avanzado en el Delta que en adelante, cada ciudad recreará su propia corte, adorara a sus dioses locales y tendrá su propio ejercito para defender sus propios intereses incluso contra otras ciudades egipcias; prolifera la literatura de caballería, donde heroicos príncipes baten sus armas, con la inestimable ayuda de unos dioses demasiado humanos, al estilo de la Iliada, el Mahabharata o Stargate.
El sumo sacerdote de Heliopolis se declarará soberano, así como el príncipe de Mendes, el de Per-Seped o el de Sais, aunque todos ellos debían fidelidad al rey, en la practica, el Delta es ahora un racimo de estados independientes como en la época predinastica. El Alto Egipto ajeno al feudalismo militar, por el contrario, mantiene su unidad en torno a Amón y a Tebas, pero el frágil sistema económico, eminentemente agrícola, se encuentra permanentemente expuesto al carecer del dinamismo comercial necesario para su desarrollo. A pesar de todo, esta incierta situación se prolongaría por más de dos siglos, en virtud de la ausencia de agresiones externas. Sheshonq, puesto que cada uno de los príncipes de las ciudades rivalizaba en riqueza, no acababa de imponer su autoridad fuera de su jurisdicción, de manera que enfocó sus esfuerzos en intentar que el clero de Tebas le reconociera, a tal efecto nombró a su hijo Iuput, sumo sacerdote de Amón, aunque fue inútil, el clero de Amón respondió nombrando a Iuput, a su vez, rey de las dos tierras. Osorkon I, el sucesor de Sheshonq, lo intentó de nuevo, de igual forma, obteniendo exactamente el mismo resultado, tampoco Takelot consiguió legitimar su reinado, ni luego Osorkon II que tuvo que ver como su primo Harsiese, sumo sacerdote de Amón, se proclamaba rey de Tebas y fundaba la XXIII dinastía. Durante el reinado de SheShonq III, Pedubast, rey de Tanis se proclama rey de Leontopolis, consiguiendo hacerse reconocer por el clero de Tebas, Menfis y Heracleopolis, al tiempo que Tefnakht príncipe de Sais, “Gran Jefe de los Libu” y “Gran Jefe de los Ma”, ( otras fuentes lo identifican con el nieto de un tal Basa, sacerdote de un templo de Amón cerca de Sais) se hace con el control de la parte occidental del Delta y funda la XXIV dinastía, de tal forma y durante un tiempo tres dinastías se disputaron, entre revueltas populares, epidemias, miseria y hambre, el control del país de la tierra negra.

Bibliografia : J.Pirenne "Historia del Antiguo Egipto"
Heródoto " Historia"

domingo, octubre 04, 2009

Impresiones de viajes VII




Durante cuarenta y seis años, Egipto disfrutó de una paz conseguida gracias al tratado con Hatti, un acuerdo historico que permitió a Hattusil III conjurar la amenaza asiria, si bien su hijo y sucesor, Tutaliya IV, aunque mantuvo la estabilidad en la zona, merced a la intensa actividad diplomatica que hubo de sostener con Salmanasar I, se vio obligado a combatir al sucesor de este, Tukulti-Ninurta, quien nada mas acceder al trono, lanzó una ofensiva hacia el norte, tomando la region de Subaru, al sur de Mittani, para establecerse ante el Eufrates, si bien evitando invadir los protectorados egipcios e hititas.

Asiria a lo largo de casi toda su existencia, unos mil trescientos años, hizo un uso intensivo del terror como forma de propaganda, un sistema que, por otra parte, no era de su uso exclusivo, muchos y muy celebres reyes egipcios, babilonios hititas etc. gustaban de jactarse públicamente de haber degollado, despedazado o decapitado gente si bien la ferocidad de los reyes asirios entonces era un tópico, una señal de identidad; Asurbanipal II puntualizará detalladamente en el seiscientos y pico:

Construí un pilar ante la puerta de la ciudad y desollé a los jefes que se habían rebelado contra mí, y mi señor Assur, colgando su piel sobre el pilar. Algunos de ellos los sepulté en el pilar, a otros los empalé en estacas sobre el pilar y a otros (también) los empalé en estacas alrededor del pilar. Desollé a muchos a lo largo de todo el país y colgué su piel sobre los muros...

Quemé a muchos de sus prisioneros. Capturé a muchos soldados vivos. A algunos les corté los brazos o las manos, a otros les corté la nariz, las orejas y las extremidades. Les saqué los ojos a muchos soldados. Hice un montón de seres vivientes y otro de cabezas. Colgué sus cabezas en los árboles, alrededor de la ciudad. Quemé a sus adolescentes, muchachos y muchachas...”

Ante la presion de Tukulti-Ninurta, Tutaliya IV envió en seguida un abultado ejercito contra los asirios, para apoyar a los hurritas de Subaru, aunque no sirvió de nada y 28.000 prisioneros hititas fueron deportados a Mesopotamia.

Ramses no hizo nada ni entonces, ni cuando inmediatamente después cayó Mittani y también permaneció impasible mientras Tukulti-Ninurta añadía a sus títulos el de rey de Babilonia, ciudad que fue incapaz de enfrentarse a sus antiguos vasallos, viéndose en la necesidad de aceptar el protectorado asirio. El propio Ramses II, quien tenía en su poder el ejército más poderoso del mundo, tuvo que reconocer la soberanía asiria en la zona si es que quería asegurar el tráfico comercial.

Ramses II, mientras tanto en realidad no se aburria en absoluto, tuvo doscientos hijos mas o menos y ademas estaba muy entretenido haciendo propaganda de si mismo a traves de monumentos y templos que esparció desde Nubia hasta el Delta y mas allá de las propias fronteras egipcias, hasta la saciedad, erigiendo y grabando su nombre por todas partes; incluso edificó su propia ciudad que, como nó, llevaba su nombre, Pi-Ramses (la ciudad de Ramses), sobre la antigua Avaris, la ciudad de los hicsos, abandonando Tebas y cconvirtiendola poca mas tarde en capital de Egipto.. El asentamiento de los gremios de artistas en Deir el Medineh fundado por Tutmosis I, creció en época de Ramses hasta convertirse en un pequeño poblado. Pero mas allá de las fronteras de Egipto, el mundo estaba cambiando sin que al parecer pudiera hacerse nada para evitarlo, así que Ramses se limitó a ir adaptándose en la medida de lo posible a las nuevas circunstancias que se presentaban y que acabarían desbordándole, aunque no fue hasta su muerte cuando comenzaría a notarse la decadencia financiera en el país. La raíz del problema que arrastró a Egipto nuevamente a una crisis fue por una parte, la política económica de la monarquía, la cual se apoyaba sobre todo en los tributos de las provincias, en los impuestos y en los porcentajes del comercio, mientras por otra parte, se fueron cediendo privilegios a los templos, dueños ya de ejercito propio, constituido por los prisioneros de guerra cedidos por la propia monarquía y señores además de la mayoría de las tierras cultivables, exentas de impuestos e inmunes a la autoridad del rey, ademas de los enormes gastos que acarreó al tesoro de la corona tanto despliegue de arenisca pulimentada.

Cuando los aqueos conquistaron Troya, ganando el acceso a las rutas comerciales del Mar Negro, pudo parecer que la expansión económica de los aqueos traería más riqueza a Egipto, pero inopinadamente gentes griegas del norte, los dorios, habían comenzado a infiltrarse en territorio micenico, asaltando algunas poblaciones, mientras los propios aqueos en ese momento justo ampliaban su influencia a las costas anatolias y sirias. La filtración pronto se convirtió en una autentica invasión, una riada que asoló por completo la región con la excepción del Ática ateniense. Es posible que la apertura de la ruta comercial del Mar Negro tras la destrucción de Troya, dejara sin oficio ni beneficio a los pueblos establecidos al norte del mundo micenico, entre los que se encontraban los dorios, quienes dominaban la ruta alternativa del norte, que usaba los ríos europeos para el comercio con la Colquide. Fuera como fuese, diferentes grupos humanos avanzaron sobre el sur de Grecia y Anatolia, alcanzando las islas del Egeo, empujando a las poblaciones autóctonas, los misios, lidios, frigios, carios y demás a huir en desbandada abandonando sus respectivas tierras, yendo a establecerse en distintas regiones de Libia, Palestina e Italia para darse en muchos casos a la piratería.

Las invasiones no alcanzaron directamente a Egipto pero arruinaron el entramado económico de la monarquía, privándola de los tributos de las provincias y de los impuestos al comercio al cesar la afluencia de barcos a sus puertos. Ramses, en los últimos tiempos, se vio en la necesidad de usurpar estatuas y monumentos de otros faraones como Amenofis III, ante la falta de mano de obra, sustituyendo los nombres originales por el suyo propio, grabando los bajorrelieves en la piedra con una profundidad tal que no permitiera a otros hacer lo que el mismo había hecho.

El hijo y sucesor de Ramses, Mineptah, si que tuvo que hacer frente a estos “pueblos del mar”, primero indirectamente, forzado a socorrer con trigo a los hititas que estaban siendo invadidos por diversos frentes, y mas tarde combatiendo a una coalición de libios, sardanos, aqueos, siculos, licios y etruscos, (entre estas gentes estaban los “mashauash” que habían venido asentándose pacíficamente en la frontera occidental e incluso en el propio Delta desde Ramses II y muchos de ellos eran contratados como mercenarios) quienes desde Libia, bajo la dirección de un tal Meriai habían invadido el Delta desde occidente y marchaban hacia Menfis arramblando con todo a su paso, mientras sincronizadamente, multitud de prisioneros extranjeros que trabajaban en las minas y canteras se sublevaban.

Mineptah se empleó a fondo con el heterogéneo ejercito de Meriai, destrozándolo, aunque a pesar de todo el general invasor consiguió huir de la carnicería dejando a sus espaldas diez mil bajas y otras tantos prisioneros que Mineptah entregó al servicio de los templos como esclavos. Con el fin de prevenir futuras revueltas, ordenaría la expulsión de los extranjeros asentados en territorio egipcio, (momento en el cual se suele enmarcar el éxodo judío) acto desafortunado que profundizaría la ruina económica de la monarquía y sobre todo de las clases mas desfavorecidas, que paulatinamente fueron descendiendo al escalafón mas bajo, el que ocupaban los extranjeros deportados, en la pirámide económica de la sociedad egipcia. Después de festejar convenientemente el éxito militar, el rey condujo sin dilacion al profesional ejercito de Ramses hacia las provincias orientales, reconquistando rápidamente Palestina (cuyo nombre se debe a los pelestiu o philisthim, los filisteos, uno de los pueblos del mar, de origen cretense según fuentes bíblicas).

A la muerte de Mineptah, la ruina de la monarquia se hace patente y el trono caerá durante muy breve tiempo en manos de un usurpador, un tal Amenmes de quien poco o nada se sabe, a quien sucederá al parecer la reina Tausert de estirpe ramesida y luego Mineptah-Siptah tras casarse con ella. Realmente desde la muerte de Mineptah, se habia abierto un periodo de autentico caos en el pais, del que sacaron partido los oligarcas y la nobleza del Sur: el clero de Amón, así Bakhenkhonsu, sumo sacerdote de Amón, a pesar de la crisis, manejaba suficiente capital como para permitirse restaurar el antiguo palacio de los grandes sacerdotes, que databa de la XII dinastía, a pesar de que en el resto del país todas las obras publicas habían sido abandonadas.

Desde Nubia, que se había mantenido al margen como virreinato, marcho a Tebas donde fue investido rey, Seti II, probablemente del linaje de Ramses, y al menos se propuso poner algo de orden, tarea que continuaría durante poco tiempo su hijo Ramses-Siptah, tras el cual el país se hunde definitivamente en el abismo, siendo desmembrado en latifundios y el pueblo llano arrastrado definitivamente a la semi-esclavitud. Así estaban las cosas cuando para colmo de males, un cananeo llamado Iarsu, se apodera del país y lo entrega a bandas de libios que se emplean en saquear y fomentar la inestabilidad y el terror.


El clero representaba la única autoridad real, aunque solo los templos mas importantes poseían ejércitos privados, que empleaban circunstancialmente en labores de policía y que eran eventualmente capaces asimismo de enfrentar a las bandas de libios. Sethnakht, de origen desconocido o quizás otro descendiente de Ramses, con el apoyo indispensable del clero, expulsó o redujo a la esclavitud a las bandas de libios y al propio usurpador Iarsu, atajó los abusos de los gobernadores y restauró la monarquía, fundando la XX dinastía, el año 1200 antes de la era actual. Sethnakht asoció pronto al trono a su hijo Ramses III, quien devolvería cierto esplendor a Egipto, merced a sus éxitos militares. Por tres veces evito la invasión del entramado de pueblos que se aglutinaba en la frontera libia, capturando decenas de miles de prisioneros, entre los que sin embargo, escogería aquellos que pasarían al servicio militar o a su guardia personal, ya que Ramses III, necesitaba proveerse de unos efectivos para su ejercito que el régimen de inmunidades de los templos le escamoteaba, tan solo la flota, algunas divisiones de arqueros y el alto estado mayor estaban constituidos por egipcios, las divisiones de carros y la infantería estaban integradas en su totalidad por extranjeros dirigidos por sus propios jefes.

En una maniobra conjunta, una gran flota de “los pueblos del mar” intentó forzar las bocas del Nilo al mismo tiempo que un enorme contingente intentaba entrar en el Delta por tierra, evidentemente no creyeron que Ramses pudiera manejar dos frentes a la vez, aunque se equivocaron y las paredes del esplendido palacio de Medinet Habu, detallan convenientemente la carnicería. Frente a un puerto sirio Ramses hundió el resto de la flota invasora, aunque a pesar de todas sus victorias, no pudo recuperar Palestina. Después de esto, se impuso una extraña paz producto del agotamiento generalizado de las grandes potencias, que se prolongaría por mas de ochenta años, durante los cuales nuevos estados verían la luz, mientras los antiguos languidecían o incluso desaparecerían como Ugarit, Amurru,Mittani o Hatti del que solo sobrevivieron las ciudades de Karkemish y Alepo.

Asiria, demasiado ocupada masacrando a los no menos sanguinarios arameos, que insistentemente asolaban sus fronteras , se encontraba ausente de la escena politica, al igual que Egipto, donde ninguno de los sucesivos Ramses fué capaz de arrebatar el protagonismo al clero de Amon, ni amortiguar el ocaso de la población, que llegó a rebelarse en numerosas ocasiones, incluso en la propia época de Ramses III. Por el contrario las ciudades fenicias aprovechando la desaparición de la navegación aquea y la independencia política de la que gozaron, llegaron a conocer un periodo de prosperidad que les permitiría proyectarse hacia el mediterráneo occidental, estableciendo nuevas rutas comerciales entre los siculos, los etruscos establecidos en Italia, llegando tan lejos como Tartessos . Los filisteos que habían arrebatado el imperio a Egipto, fundaron la Pentapolis (Gaza, Ascalón, Asdod, Gat y Ecrón.) y también prosperaron aunque tropezaron a menudo con las tribus israelitas establecidas en Canaán desde tiempos de Josué, son los tiempos del Sansón bíblico.

Tras la muerte de Ramses III, fruto de una sórdida conspiración palaciega, un asunto de celos de su primera mujer por el tema de la sucesión, el esplendor de la monarquía de los Ramses IV, V, VI, VII, VIII, IX, X y XI, era una ficción, el poder estaba efectivamente en los príncipes oligarcas del Bajo Egipto y sobre todo en manos de los templos, el rey no era mas que el príncipe feudal con mas títulos. La pirámide económica se parecería mucho a una chincheta con la punta hacia arriba, por lo que la situación era estable, pero eventualmente peligrosa.

Estela de Israel (El triunfo de Mineptah)

martes, septiembre 01, 2009

Impresiones de viajes VI



La positivista filosofía de Amenofis IV, influyó en la poesía, la música y sobre todo la escultura, dotandolas de un naturalismo que rompía con los cánones habituales, desplegando nuevos conceptos y nuevas formas, afectadas de un humanismo ajeno al clásico formalismo estereotipado, hasta el punto de llegar a constituir un estilo propio, el Amarniense.
en el plano politico, Amenofis IV avivó el antiguo enfrentamiento con el clero de Tebas, que se remontaba a Tutmosis III, casándose con Taduhepa, una princesa mitannia (conocida en adelante como Nefertiti, aunque hay disparidad de opiniones, a mi personalmente el perfil de Nefertiti no me parece egipcio) , pero esto no fue nada comparado con el tremendo conflicto que organizaría en seguida, cuando ordenó arruinar a pico y martillo todas las efigies de los dioses tradicionales de los principales templos con objeto de dar a entender que iba en serio, no habia mas dios que Atón. Mandó asimismo, cerrar todos los templos y expropiar al clero y a la oligarquía de sus prebendas y bienes, para entregar luego la gestión y administración de todo ello a gente nueva de origen humilde. El poderoso culto de Amón fue abolido (¡alucinante!), el Faraón pasa a ser desde ese momento, el único representante de dios y del estado, al estilo heliopolita, estableciéndose como un absolutismo de tintes populistas. Atón, como hacia Ra durante la XII dinastía, proclama la igualdad de todos los hombres y además les exige fraternidad. La liturgia de Atón abandonó el enigmático lenguaje habitual del clero de Amón, para expresarse en el lenguaje coloquial de la calle, con el propósito evidente de hacerse comprender, y cambió los antiguos cultos que se celebraban a puerta cerrada, dentro de los templos, sustituyéndolos por ritos públicos, al aire libre, en templos solares abiertos al estilo de la XII dinastía.
El clero de Amón se empleó mientras tanto y como contrapartida, en esparcir oscuros presagios y difamaciones, entre el pueblo, envenenando el ambiente con la abyecta intención de generar alarma social. Amenofis IV asqueado, decidió abandonar el entorno de Karnak y crear una ciudad enteramente nueva, mas al norte, a mitad de camino entre Tebas y Menfis, que llamaría Akhetaton (horizonte de Atón) mas conocida ahora como Tell el Amarna, redondeando con esto lo que, se mire como se mire, en realidad se presentaba como una autentica revolución dirigida desde el propio estado contra el poder del clero.

Amenofis III había desarrollado una efectiva política de paz con los vecinos reinos asiáticos, concediendo prestamos a diestro y siniestro, sin embargo Amenofis IV, cometió el terrible error de hurtar a sus aliados asiáticos el dinero con que su padre los mantenía contentos, denegándoles aquellos prestamos, (probablemente para hacer frente a los ingentes gastos que conlleva la construcción de una ciudad desde sus cimientos) desencadenó sin esperarlo, una serie de acontecimientos que generaron una enorme inestabilidad en los alrededores de sus fronteras asiáticas.
Se perdió la “amistad” de Hatti que con tanto esfuerzo había establecido su predecesor, además abandonó a su suerte a Dushratta, rey de Mittani quien sería asesinado por su hijo Mattiwaza, circunstancia que aprovecharon sus vecinos, los hurritas, para invadir el pais con la ayuda de Assurballit quien instauraría un protectorado asirio en la zona, si bien Mattiwaza escapó y encontró refugio en Babilonia.
Amenofis IV en vista de la situación, se vio obligado a tratar directamente con Assurballit, lo que en la practica representaba reconocer la existencia del reino de Asiria, cosa que enfureció sobremanera a Babilonia que hasta ese momento consideraba a Asiria casi como una provincia, un estado vasallo suyo. Burnaburiash, rey de Babilonia, para asegurar la ruta hacia el mediterraneo tuvo que reconocer la independencia de Asiria, estableciendo relaciones formales con el nuevo reino y casando a su hijo con una hija de Assurballit. El hijo de Burnaburiash murió antes que el, por lo que a la muerte del rey, con el pretexto de asegurar el reino para su nieto, Assurballit se apoderó de Babilonia. Mattiwaza una vez mas huyó, en direccion a Hatti, encontrando a Suppiluliuma sumamente dispuesto a apoyarle.
La negativa de financiación de Amenofis IV, incitó a al rey de Hatti a buscar en otra parte los recursos que este le denegaba, pasando a entablar relaciones directamente con Amurru y Kadesh, estados vasallos de Egipto, algo inaceptable y explícitamente prohibido en los tratados internacionales interpuestos entre ambos países. Ante la pasividad del rey de Egipto, Asiria comenzaba su inhumana andadura como nacion, extendiendo el terror a sangre y fuego, una amenaza ante la cual, la presencia egipcia se diluía rápidamente en el interior de las provincias asiáticas, Tiro y Biblos se independizaron dada la falta de protección, Amurru se rebeló instigado por Hatti y las ciudades de Palestina se enfrentaban unas a otras. Amenofis IV siempre deseó mantener la paz pero al final tuvo que mandar al general Horemheb a poner un poco de orden.
Paralelamente a estos acontecimientos, el faraón mantenia constantes enfrentamientos con el clero de Amón y muy mal tuvieron que ponerse las cosas cuando ya cerca del final de su reinado inició un acercamiento al clero, para atajar el boicot de los sacerdotes de Tebas, aunque no funcionó. Aparece luego manteniendo una corregencia con Smenkhare, quien estaba casado con una de sus hijas, Meritaton, con la intención de, apartandose del poder, restablecer las relaciones con Amón, sin embargo unicamente consiguió que la reina Nefertiti, fiel a Atón, fuera la que se separara de el.
A la muerte de Amenofis IV (cuyas causas realmente desconocemos) y la de Smenkhare poco después, durante escasamente tres años Nefertiti tomó la regencia en nombre de Tutankhatón, quien había sido dado en matrimonio a la hija Amenofis IV, Ankhesenpaatón, pero el clero de Amón se lo arrebató cuando tenia doce años de edad, llevándoselo a Tebas, donde seria entronizado como Tutankhamón y utilizado para legitimar la restauración de Amón. El resultado para el pueblo egipcio fue atroz, el faraón un niño aun, se prestó a los tejemanejes de Karnak que dieron rienda suelta a toda la perversidad institucional imaginable: una palabra en favor de la justicia social era automáticamente asociada al antiguo régimen y descalificada si no perseguida.
Todos los privilegios del clero y la oligarquía fueron restablecidos e incluso aumentados sensiblemente y todo lo que había sido confiscado a los templos fue exponecialmente indemnizado. La miseria asoló Egipto, las mafias y una administración absolutamente corrupta devoraron las entrañas del estado. Tutankhamon levantó alguna vez la voz contra las injusticias para con los seguidores de Atón, murió a los dieciocho años. Le sucedió Ay, un oscuro y efímero personaje, un funcionario con quien al parecer se había casado Ankhesenpaatón a la muerte de Tutankhamon, tras el fallido intento de matrimonio con un hijo del rey de Hatti, que sería asesinado durante el trayecto. Suppiluliuma, bastante mas cabreado que antes, declaró abiertamente la guerra a Egipto, sin embargo Horemheb, eficaz una vez mas, detuvo la ofensiva, tras vencer a las tropas de Arnuwanda, el príncipe heredero hijo de Suppiluliuma.
Se pretendió que el reinado de Amenofis IV, desapareciera para la historia, Akhetatón la ciudad de Amenofis IV fue abandonada, fueron tiempos de “progroms”, de conversiones en masa, de represión y abuso sin medida, hasta el mismísimo Horemheb, unico dueño del ejercito y sin duda el personaje mas popular y poderoso del momento se declararía fiel de Amón, llegando a presentarse como el obviamente anacrónico sucesor directo de Amenofis II (a quien el clero de Amón adoraba), una vez alcanzado el trono.
Horemheb se hizo con el poder gracias a sus meritos personales, y la oportuna intervención de Amón por medio de un oráculo, si bien no le faltó tampoco el apoyo de la oligarquía, al fin y al cabo era descendiente de una familia importante, representante de la mas rancia nobleza, aunque había perdido sus privilegios hereditarios, hacia doscientos cincuenta años.
Sin embargo los planes de Horemheb no pasaban por convertirse en una marioneta de Karnak, y lo hizo patente el mismo día de su coronación, presentándose con gran ceremonia el día de su investidura, como hijo de Horus, el antiguo dios real, el dios patrón del nomo de Hutnesut (Nemty) donde había ejercido la soberanía su familia, es decir mostrándose como un fiel seguidor de la tradición, no exacta ni exclusivamente de Amón. De hecho su intención, a pesar de las apariencias, era la de continuar de la manera que fuera posible, la política de los denostados Amenofis III y IV. Horemheb había sido un allegado de Amenofis IV, y aunque puede que no estuviera de acuerdo en el radical modo de actuar de este, simpatizaba con su doctrina. Durante todo su reinado se preocupó de restablecer la justicia, poniéndola en manos de hombres escogidos por el mismo de entre los mejores jueces de Egipto, se promulgaron decretos contra los arbitrarios impuestos que algunos gobernadores habían establecido para su propio beneficio y se persiguieron los sobornos a jueces y funcionarios, así como las requisas ilegales. Por otra parte Horemheb robusteció el tradicional politeísmo feudal frente al monoteísmo que afectaba al clero de Amón, probablemente para afirmarse en el trono, en virtud de sus derechos de linaje, lo que además aparentemente beneficiaba a la oligarquía. Como contrapartida otorgó importantes y abundantes prebendas al clero de Tebas. Una vez todos más o menos contentos, escamoteó el poder a los posibles candidatos de la oligarquía y soslayando la jurisdicción religiosa en temas dinásticos, adoptó a un hombre de su elección, Ramses, ajeno a la nobleza, militar de carrera y lo nombró su sucesor.
Horemheb fue en realidad quien inauguró la era ramesida, él forjó la persona política de Ramses, quien en realidad no era mas que un comandante, un guerrero que sin embargo llevó a cabo puntualmente el trabajo encomendado, podría decirse que solo fue el instrumento de Horemheb, pero seguramente no fue así, algo debió ver en él que le persuadió para promoverle al cargo. El clero de Amón debió aceptar la insólita decisión a regañadientes aunque por otra parte todos sus derechos habían sido restablecidos y al fin y al cabo el esquema de la propia teología necesitaba de la figura real, sin embargo desde el primer momento el poder de los templos y el poder real se acantonaron en sus propias posiciones. Las pretensiones políticas del clero de Amón adolecían de un marcado nacionalismo y apostaban por un tipo de economía señorial, mas cerrada, menos mercantil y al mismo tiempo la monarquía por el contrario, volcaba todo sus esfuerzos, incluso militares, en mantener las rutas comerciales abiertas y en practicar abiertamente una heterodoxia religiosa, aproximándose a las costumbres asiáticas, que sin duda rayaba en la herejía.
Ramses I, era ya mayor cuando accedió al poder por lo que en seguida asoció al trono a su hijo Seti, con quien comenzaría una nueva época de prosperidad en Egipto, sin embargo el entorno exterior había evolucionado desde la época del ultimo Amenofis y Hatti se preparaba para la guerra. Comenzó cuando Muwatalli impulsó a los beduinos (shasu) de Palestina para que se apoderaran, cosa que hicieron, de las veintitrés ciudadelas egipcias que protegían una importante ruta, aunque Seti recuperó el control en unos meses, llevándose a multitud de prisioneros, cuyos jefes sacrificó públicamente a Amón en Karnak. Seti estaba preparado para enfrentar a Muwatalli, aunque antes tuvo que deshacer un intento de invasión del Delta por parte de un ejercito heterogéneo compuesto de libios y europeos, si bien luego volvió a Siria y tras derrotar a los hititas, se apoderaría de Kadesh y obtendría de Bentesina, rey de Amurru juramento de vasallaje, aunque el vencido Muwatalli lo destronaría en seguida, poniendo en su lugar a Sabili, adepto a Hatti, convirtiendo así la triunfo de Seti en una victoria a medias.
Seti al igual que su padre pronto asoció al trono a su hijo, Ramses II, quien disfrutó del fantástico momento económico que la política de Seti había traído a Egipto, sin duda Ramses II era el monarca mas rico de su tiempo y su ejercito, el mas poderoso del mundo.
Los movimientos de Muwatalli, los tratados que andaba haciendo con estados vasallos y limítrofes, eran seguidos puntualmente por el estado mayor egipcio, a la espera del momento apropiado, Ramses dispuso su ejercito y robusteció sus fronteras, inspeccionando personalmente sus bases en palestina y los puertos fenicios, mientras Hatti se organizaba en el norte. Ramses seguro de su ejercito, esperaba una victoria definitiva en torno a la ciudad de Kadesh, pero en su impaciencia presto oídos a informaciones falsas y atravesó el Orontes solo con la división de Ra), dejando atrás a la de Amón, a la que seguía la de Ptah, muy rezagada, y tras la cual iba por ultimo la de Seth, (Ramses I había reemplazado, la antigua división del ejercito en dos , el del Norte y el del Sur, por tres divisiones, cada una bajo la advocación de un dios, la de Amón, la de Ra y la de Ptah, siendo añadida la de Seth, compuesta principalmente por libios, europeos y asiáticos, años después). Afortunadamente para Ramses II, fueron atrapados unos espías hititas quienes obligados a confesar, pusieron al corriente al rey de la precaria situación en la que se encontraba, rápidamente se enviaron mensajeros al las divisiones rezagadas para que aceleraran la marcha, mientras la división de Ra era partida en dos por la ofensiva hitita y asaltado el propio campamento de Ramses, quien a pesar de todo supo hacer uso de sus carros haciendo huir desordenadamente al ejercito de Muwatalli.
Hatti, perdido el golpe de efecto y la sorpresa, renunció a someter a sus tropas a un mayor desgaste retirándose, mientras Ramses también daba media vuelta y se replegaba, lamiéndose sus heridas. Muwatalli evitando el enfrentamiento directo, dedicó el resto de su vida a mantener ocupado a Ramses, fomentando sucesivas sublevaciones por toda Palestina. Verdaderamente Hatti no podía permitirse un enfrentamiento directo contra Egipto, necesitaba su ejercito para defenderse del despiadado expansionismo asirio. A la muerte de Muwatalli, se produjo una crisis dinástica de la que salió triunfante Hattusil III frente a su hermano Uriteshub, por quien había apostado Ramses.
Hattusil, consciente de la amenaza asiria, se esforzó en restablecer relaciones diplomáticas con Egipto, inexistentes desde tiempos de Amenofis IV, solicitándoselo por carta a Ramses “He tomado la soberanía, pero tu no me has mandado embajador y no has hecho lo que es de uso entre reyes cuando suben al trono, como mandar ricos presentes, telas reales y aceites perfumados”, quien respondería cortésmente sin dejar por ello de intrigar, claro. Hattusil consiguió un breve respiro que empleó en forjar una alianza con Babilonia con el fin de mantener dentro de sus fronteras a los asirios. Inmediatamente robusteció la guarnición de Tunip para frenar el avance egipcio, pero no pudo frenar a Ramses quien tomó la ciudad. El asirio Salmanasar aprovechando que no tenían los ojos puestos en el, avanzó hasta el Eufrates, amenazando a Mittani.
A Hattusil no le quedó mas remedio que buscar la paz con Egipto, le hubiera resultado imposible enfrentar a Egipto y a los asirios al mismo tiempo, de manera que acordó la paz con Ramses mediante un histórico tratado, del que dice una estela en Abu Simbel poniendo en boca de Ptah, dirigiéndose a Ramses: “ existen anales secretos en las bibliotecas ,desde el tiempo de Ra hasta tu majestad, pero que el pais de Hatti conciba sus destinos en una sola voluntad con Egipto, esto no había sucedido nunca”, de hecho este tratado trajo décadas de paz en todos los países de la zona, Salmanasar viéndose recluido en el interior de sus fronteras, decidió emplear sus energías en asuntos internos, trasladando la capital desde Assur a una ciudad nueva, Nínive; si bien, ahogadas sus pretensiones imperialistas, su frustración era patente.

viernes, agosto 14, 2009

Impresiones de viajes V.


A modo de anécdota, en algún momento durante el reinado del primer gobernante hicso de Egipto, Salitis, se produjo una conmoción general en el mediterráneo oriental, provocada por la descomunal erupcion volcanica que acabaria haciendo explotar, literalmente, la isla de Thera, produciendo un maremoto que asoló las costas y puertos de Creta, y cuyos efectos inmediatos en Egipto fueron nueve dias de tinieblas, que debieron dar un susto descomunal a mas de uno en el pais del dios Sol.

A lo largo de cien años aproximadamente, se sucedieron los reyes hicsos, ya completamente “egipcianizados” hacia el 1530, cuando se abre un periodo de esporádicas revueltas populares contra el rey de Avaris, que aunque fueron reprimidas con dureza por Apofis, el rey hicso, convencieron al rey Sequenenre de Tebas de que era el momento de enfrentar a los invasores. En su momia se han encontrado cinco heridas, mortales cada una de ellas, que nos ilustran sobre cual fue el resultado final de sus esfuerzos bélicos, a la vez que sobre el hecho, anecdótico o no, de que los reyes egipcios de aquella época participaban activamente en las batallas. El cuerpo de Sequenenre fue llevado a Tebas donde recibió honores de héroe. Siguiendo su estela, su sucesor Kamose llego incluso a saquear Avaris, ante la estupefacción de todos, sin embargo murió sin completar la tarea que acabaría un hijo de Sequenenre, con la definitiva expulsión de los hicsos, hecho por el que se ha convenido que Ahmosis debía inaugurar una nueva dinastía, la XVIII, con la que comienza el Imperio Nuevo.

Después que algunos conatos de rebelión de Nubia fueran aplastados, Ahmosis se hallaba resuelto a terminar con la amenaza de los aamu, de tal manera que después de conquistar Avaris, persiguió a los restos del ejercito hicso hasta Sharuhen en la costa cananea, donde se habían hecho fuertes y devastó la ciudad hasta tal punto que nunca mas sería reedificada. Una vez ya extinto el peligro de una nueva invasión, extenderia la devastación a todas las ciudades cananeas que pudo, desarrollando una autentica política de terror, tanto en el exterior como en el interior; desde el primer momento, dentro del propio territorio egipcio se aplicó en hacer montones con las manos cortadas de los cadáveres de los seguidores de Seth, partidarios de las dinastías asiáticas (esta era una repugnante costumbre que tenia la finalidad practica de facilitar a los escribas la realización del computo de enemigos muertos, como reflejan todavía los bajorrelieves de Medinet Habu de la época de Ramses III). Su sucesor Amenofis I mantuvo un régimen de protectorado sobre las ciudades de Siria, Nubia y el país de Kus (una parte del actual Sudán), y fue muy bien recordado en estatuas y monumentos por los monarcas posteriores, aunque no se conoce demasiado de su reinado, parece que con el se puede aplicar el proverbio ingles, “no news, are good news” (“que no haya noticias, son buenas noticias”).

La influencia del clero de Amón evolucionó a lo largo de los reinados de los distintos Amenofis y Thutmosis que se sucedieron, si bien nunca volvieron a representar un problema, ya que desde un principio la monarquía mantuvo a la administración en manos de funcionarios laicos, de tal manera que los sacerdotes únicamente tenían cierto control en el exclusivo circulo de la religión, si bien determinados aspectos políticos como el de la sucesión, estaban tan vinculados al dios, en virtud de su intima relación con el rey, que de alguna manera condicionaban su resolución a la aprobación del clero. Los sacerdotes ya no son nobles, son hijos de funcionarios, gente nueva, y es en Amón en quien se apoyan tanto la clerecía como la realeza frente a la feudalidad, Amón es el jefe de los dioses de cada nomo y como el representante del dios es el rey, los nomos se encuentran subordinados a la monarquía, por un algoritmo místico semejante, el clero apoya a la monarquía en tanto en cuanto es quien representa a Amón. Según algunos autores, en aquel entonces, a efectos dinásticos Amón era siempre el padre del rey, si este llegaba a tener descendencia masculina directa (con una princesa real, preferentemente una hermana), el nuevo rey adoptaría el nombre de Amenofis (Amenhotep), si no fuera así, un hijo suyo con alguna concubina debería casarse con una princesa real y entonces tomaba el nombre de Thutmosis, de hecho el clero de Amón no tuvo inconveniente en hacer prevalecer a la esposa y hermana de Thutmosis II, la famosa reina Hatshepsut frente a Thutmosis III quien a pesar de haber sido escogido desde niño para el puesto, aunque no de buena gana, aceptó no reinar hasta la muerte de la reina. De tal manera que los Amenofis eran hijos directos del rey (Amón) y los Thutmosis eran hijos de la ley (Thot era el dios de la ley), eran hijos “legales” siempre y cuando se casaran con princesas reales que aportasen la sangre de Amón (del rey en realidad, claro) a la línea dinástica. Hatshepsut se aprovechó de esta circunstancia para hacer valer sus derechos y conservar el trono apelando a su linaje ( el de Amón) y el clero no solo no planteó objeciones, sino que favoreció efectivamente a la reina, de hecho durante su reinado llegó a existir un mas que sagrado vinculo entre la monarquía y el clero, sin ir mas lejos, el propio segundo gran sacerdote de Amón y gran arquitecto real, Senmut, fue amante de la reina y el constructor del impresionante mausoleo que edificó para ella, al lado del de Mentuhotep IV en Deir-el-Bahari.

Las grandes dimensiones y el suntuoso aspecto que desde este tiempo fue adquiriendo el recinto sagrado de Karnak con las continuas aportaciones de los Thutmosis y los Amenofis (los extremos de los obeliscos y algún pilono llegaron a estar recubiertos de una aleacion de oro y plata denominada electrón), nos pueden dar una idea de la magnificencia que rodeó a la corte de los sacerdotes, verdaderos reyes dentro de su mundo.

Al acceder al trono Thutmosis III, en un primer momento se empleó en restablecer la hegemonía egipcia fuera de sus fronteras, cosa que logró, desbaratando los planes de una coalición de ciudades que se le habían enfrentado y efectuando a continuación una autentica labor de conquista que condujo a Egipto a transformarse en un verdadero Imperio. Se apoderó de Retenu (la franja costera palestino-libanesa) y aseguró su posición en las ciudades costeras de la zona para aprovechar sus flotas recién confiscadas en labores de transporte y abastecimiento, evidentemente no se trataba por tanto de una nueva incursión preventiva, esta vez Egipto llega para quedarse. No destituyó a los príncipes autóctonos en la mayoría de los casos, preocupándose de mantener frecuente contacto directo con sus nuevas provincias asiáticas y de cobrar debidamente los tributos. Luego la emprendió con Mitanni, que en varias ocasiones había organizado sublevaciones contra Egipto, para lo cual, primero conquistó Biblos en cuyos astilleros construiría barcas de cedro con las que atravesar el Eufrates con el fin de enfrentarse al ejercito de Mitanni, al que venció en varias ocasiones, demostración de fuerza que indujo automáticamente a los países limítrofes, Hatti, Assur y Babilonia a buscar la amistad con Egipto colmando al rey de regalos, como era costumbre, en este tipo de situaciones. Thutmosis III estableció bases militares cada 65 Km, a lo largo de la costa siria, con idea de mantener la presencia egipcia en la zona de forma permanente. Sin embargo este Thutmosis no solo es un jefe militar capaz, sino que además demostró poseer una bien engrasada maquina diplomática, que se aplicó en establecer una política de conciliación, de buenas relaciones con las provincias conquistadas, dando comienzo a un periodo de estabilidad del que el comercio fue el beneficiario directo. Además, de alguna manera fue el precursor de una nueva etapa en las relaciones con el clero y en el transcurso de los reinados de los Amenofis y Thutmosis que se sucederán, menguará la influencia política de Amón, que había culminado durante el reinado de Hatshepsut.

Thutmosis III, en cuanto accedió al trono, se empleó en borrar todas las referencias que pudo hallar de Hatshepsut en templos y monumentos, llegando a arrojar a las canteras imágenes y estatuas previamente mutiladas de la reina. Esto no fue solo una mera pataleta infantil, sino que se tradujo en una sigilosa y paulatina vuelta al mas apropiado para la monarquía absoluta, sentido y concepción religiosa de Heliopolis, que por entonces estaba subordinada al clero de Karnak.

Egipto era la primera potencia económica y militar del mundo conocido, sin embargo el lenguaje internacional y el de los negocios, no era el egipcio sino el acadio, el idioma de Babilonia. En las islas del Egeo y las costas griegas por el contrario, se empleaba la moneda egipcia, el kedet, y esto era así en virtud de las marcadas relaciones económicas que desde la dinastía XII mantuvo Egipto con los comerciantes minoicos y posteriormente micénicos, hasta el punto de ser el origen del puerto de Faros, que con el tiempo se transformaría en Alejandria, exclusivamente construido para el comercio con las islas del mediterráneo oriental. La influencia egipcia es patente en los primeros templos doricos y en gran medida en la propia mitología griega: Cecrops el fundador de la mítica primera Atenas, vino de Egipto y también Erecteo, asimismo Dánao, el hermano gemelo de Egipto, se estableció en la ciudad micénica de Argos, etc.

Frente al imperio comercial babilónico, que enlazaba la India y Anatolia con la costa Siria, Egipto desarrolló una intensa actividad comercial por mar apoyándose en las islas hasta Alasia (Chipre), incluso se ha debatido la posibilidad de que existiese alguna forma de protectorado pues hay testimonios de que Egipto cobraba tributos a los príncipes de las islas.

Amenofis II, a la muerte de Thutmosis III, tuvo que sofocar una rebelión de las provincias asiáticas y para dar más miedo, mandó sacrificar públicamente a seis príncipes rebeldes en Tebas y a uno en Napata, la capital del virreinato de Nubia.

Amón, durante el reinado de Amenofis II, disfruta con la sangre derramada y en el templo del dios son sacrificados los enemigos de la monarquía, en cierta ocasión, antes de librar una batalla, esa noche, mientras el rey oraba piadosamente a Amón, “se ordenó hacer victimas vivas. Se ordenó hacer dos pedazos de todos ellos. Y he aquí que todo fue incendiado. Su Majestad estaba solo, Nadie estaba con el. Aparte de la guardia de palacio, las tropas estaban ya lejos del rey” (gran estela de Mit-Rahineh. Vl. Vikentiev “la travesía del Orontes”). Afortunadamente el terrorismo religioso de Amenofis II fue solo un macabro paréntesis, pues Thutmosis IV no actuó de la misma forma, sino que cedió el paso a la diplomacia, como había hecho el anterior Thutmosis, dando asimismo una vuelta de tuerca en el ninguneo del clero, quebrando la influencia de Amón en cuestiones dinasticas, al casarse con Mutemuia, una princesa de Mitanni, en lugar de tomar por esposa a una princesa real egipcia, Mitanni que por entonces temía mas el peligro hitita desde el Norte, habia optado de esa forma por establecer relaciones cordiales con Egipto, su antiguo enemigo.

Amenofis III ahondó la brecha entre la realeza y el clero, imitando lo hecho por Thutmosis IV, al casarse indiscriminadamente con princesas extranjeras pertenecientes a todas las monarquías influyentes de la época, en un afán diplomático sin precedentes.

Las relaciones internacionales exigían una suerte de síntesis religiosa que equiparase a Amón-Ra, con el culto de Shamash, de tal manera que el Faraón ( que es desde este momento cuando se empieza a utilizar el termino) como representante de Amón, ahora un dios universal, apareciera en las provincias asiáticas, dotado de cierta mística legitimidad adicional.

“El Sol…”, “mi Sol…” se hacia llamar el Faraón en los protocolos y la correspondencia diplomática internacional, y un ejemplo del sincretismo alcanzado es el sol alado que aparece a la cabeza en los panteones mitológicos de todas las monarquías de relieve del momento.

El libro de lo que hay en la Duat” si bien se comenzó durante la XII dinastía, se acabó de redactar en tiempos de Amenofis II y refleja la teología solar propia de las dinastías de Tebas. Este libro, describe el recorrido diario de las dos barcas de Ra sobre las aguas primigenias de Mu que rodean los dos mundos, el inferior y el superior, cruzando como Ra-Horakhti en una de ellas el cielo durante el día y como Iufu (Auf-Ra) atravesando el mundo subterráneo con la otra barca durante la noche. Cada noche Ra, envejecido, revestido de carne, con su aspecto de carnero, exento del sutil espíritu creador, es asesinado por sus propias criaturas, pero si Ra muere, muere con el la existencia en si, por lo que Ra deberá crearla de nuevo, volviendo a nacer cada mañana, surgiendo de la boca de la diosa Mut, con el aspecto de un niño. Todo esto es muy diferente de la mistica tradicional, tanto Heliopolitana, como de la de Hermopolis o la de Menfis, con las que comparte si embargo la esencia del culto solar.

El Himno de Amón, fue una de las armas que la monarquía esgrimió contra la clerecía, apartándose radicalmente de los complicados simbolismos de los que gustaban los sacerdotes de Amón para mantener en el oscurantismo al mundo laico, fue redactado en un lenguaje sencillo con el objeto que pudiera ser comprendido por todos. Amenofis III impuso el retorno a la teología heliopolita (por la que la soberanía reside en la corona sin la intervención directa de Amón, enajenando así cualquier autoridad al clero) y preparó el advenimiento de Atón, el radiante disco solar, con la intención de asimilarlo a las deidades solares asiáticas, buscando establecer una cierta uniformidad religiosa dentro de su Imperio. El Adonai sirio podría ser un ejemplo, dado el parecido etimológico (Adon en hebreo es “señor”, Adonai es el plural mayestático, usado para referirse a la deidad).

Amenofis IV, Akhenaton, llevaría hasta sus últimas consecuencias las ideas religiosas esbozadas por su padre, cortando drásticamente cualquier vínculo con el dogma religioso clásico e instaurando un monoteísmo militante completamente nuevo en su lugar.