martes, abril 28, 2009

Impresiones de viajes.




Intro.
El aeropuerto no era diferente de otros aeropuertos, largos pasillos vacíos donde nadie se entretiene que conducen a la sala de las pasarelas mecánicas, donde todo el mundo espera no haber extraviado el equipaje, sin embargo esta vez, antes de salir al exterior había que pasar por el control de pasaportes. Dentro de su cabina, el guardia sella los pasaportes con repetidos golpes de tampón, nos mira algo ceñudo, como si fuéramos parcialmente culpables de la tendinitis que sin duda sufre en silencio, luego hace desaparecer inesperadamente nuestra documentación tras una cortina que divide la cabina, donde al menos dos o tres mujeres casi con aspecto de monjas, amontonadas dentro de aquel minúsculo habitáculo, efectuaban difícilmente algún tipo de comprobación antes de devolvernos el pasaporte y la calma.
Como casi todo dios, con idéntico bigote y el mismo corte de pelo, el enviado de nuestra agencia nos esperaba sonriente, cartelito en alto, apartándonos a un lado tras un breve saludo, para agruparnos conforme íbamos saliendo del detector de metales. Ya de noche, el viaje en microbus hasta el hotel fue algo impactante, circular por la ciudad a esa hora realmente parecía una cosa arriesgada, un aluvión de vehículos exigiéndose insistentemente paso unos a otros a golpe de claxon atestaba las autovías en todas direcciones, mientras los transeúntes con niños de la mano cruzaban indolentemente entre el trafico jugándose aparentemente la vida; no vi ningún semáforo, no parecía que los hubiera, tampoco parecía que hicieran falta, no había muestras de ansiedad en las caras de los implicados , ni vi ningún accidente, asombrosamente aquello era la normalidad.
El microbus se detuvo ante una barrera, a cincuenta metros de la entrada del hotel, un soldado con un perro entrenado se levantó de una silla de cocina y un poco hastiado dio una vuelta al vehiculo, el guía nos dijo en tono jocoso que solo buscaban bombas. Poco después, había que atravesar bajo la severa supervisión de un agente de policía, un escáner a la entrada del hotel, recordé la frase que unos días antes empleó la doctora de Sanidad Exterior, “no os preocupéis, es un país muy tranquilo”. Justo al salir del escáner, en el centro de la recepción, que era un elegante gran salón circular con amplios ventanales que daban al río, de pronto, nos topamos con una cantante interpretando una suave melodía clásica mientras tocaba el piano, lo que me pareció desconcertante, allí mismo comprendí que era un “ángel feliz” cuando pagué 30 euros por un visado de entrada al país que cuesta 15 dólares.
El hotel era un lujazo, en pleno centro de la ciudad, enclavado en el extremo de una isla en medio del río, de la que toma el nombre, solo pasaríamos una noche allí. Respiramos literalmemte cuando por fin subimos a la habitación, después de nueve horas entre trayectos, esperas en aeropuertos y el vuelo, solo tendríamos cuatro o cinco horas para descansar antes de empezar la excursión del día siguiente, hasta ese momento todo había sido un puro tramite pero en realidad y a pesar de todo, sentíamos que había ido bastante bien. La terraza del hotel ofrecía una impresionante vista de la ciudad, el frenesí circulatorio parecia haber menguado bastante, pasé unos minutos fuera, aunque lo que me mantuvo allí no fue el reflejo de las luces en el agua, era saber que detrás de la bruma la noche, detrás de la luminosa ciudad, a muy poca distancia, en las afueras, se encontraba, desde hacía miles de años, aquello que hasta el momento solo era el objeto de bastantes horas de lectura.
I.
Dentro del triangulo que formaban las antiguas ciudades de Iunu (Heliopolis), Jem (Letopolis), y Men nefer (Menfis), desplegándose sobre la bisectriz desde el vértice de Heliópolis hacia el incentro , el Cairo (Al Qahira, también Masr) es también el punto desde el que se abre el abanico de brazos que conforman el delta del Nilo.
Letopolis adquirió preponderancia, con la aprobación de la santa sede de Heliopolis, después de que la Coalición Osiríaca de Busiris en el Bajo Egipto, fuera derrotada por la coalición de Nubt en el Alto Egipto, partidaria de Seth. Cambios profundos se produjeron en aquel entonces, en la forma de gobierno del Bajo Egipto y en definitiva en la vida de las personas, desde los tiempos de la revolución social de Anedjti en Busiris, en que los reyes eran elegidos en asamblea, antes del reinado del propio Osiris (si, antes) muerto a los 28 años de su mandato durante una batalla contra el Sur, hasta el establecimiento de la monarquía hereditaria durante la regencia de Horus, en Letópolis. Cambios que no gustaron dentro de la coalición y que provocaron la sedición de Hermópolis (Per Djehuti) y Sais y que solo fraguaron con el definitivo establecimiento de la monarquía horita (al estilo de Letópolis) en Buto, no sabemos como.
Sabemos que el motivo de la discordia fue Abydos, la colonia de Busiris en el Alto Egipto, fundada por Anedjti con el propósito de apoyar a las expediciones en busca de oro. Con el tiempo la mayoría de las ciudades del delta económicamente fuertes, fundaron colonias en el Medio Egipto, principalmente para salvaguardar el tráfico de sus mercancías. La guerra era inevitable y la victoria de la coalición bajo el mandato de Buto sobre los señores feudales del Sur en Edfu, si bien no acarreó la anexión del Alto Egipto, significó la destrucción del poder feudal. Violentos movimientos sociales en el Alto Egipto elevaron a Min (dios agrario al estilo de Osiris) a la categoría de culto oficial en detrimento de Seth, primero en Ipu (Panopolis), donde alguien ajeno a la nobleza, llegó al poder por un proceso similar al que llevó a Anedjti en Busiris a arrebatar el control a las clases altas y con el probable apoyo de Buto extendió su revolución hasta Gebti (Koptos), importante por su conexión con el Wadi Hammamat , la ruta caravanera al mar Rojo, desde ahí la revuelta se proyectaría a todas las ciudades del Sur, que adoptaron sistemáticamente el nuevo culto de Min, situación que desembocó en el advenimiento de la monarquía en Nekhen (Hierakompolis), Dos estados, Nekhen y Buto, una sola religión, aunque no duró demasiado, el poder absolutista de Buto pronto fue insoportable para la mayoría de los nomos del Bajo Egipto que acabaron escindiéndose, momento que aprovecharon tribus asiáticas para invadir el territorio. Los grabados del mango del cuchillo de Gebel-el-Arak parecen constatar estos acontecimientos.. La monarquía de Hierakompolis trasladó su capital río abajo, a Abydos (Tinis), dispuesta a enfrentar la situación.
Durante este periodo, nació la primera dinastía unificada de las dos tierras, la monarquía del sur desde su nueva capital en Abydos se hizo con el control, enfrentándose a los asiáticos y de camino anexionándose las tierras del delta. En la paleta de Narmer, se pueden ver los diez cuerpos decapitados pertenecientes a los magistrados de Metelis , la ciudad que encabezó la ultima resistencia, después de que Buto fuera desmantelado. Los reyes del sur fueron los primeros en llevar las dos coronas, la abeja de Sais y Buto, junto a la caña de Nekhen, los símbolos jeroglíficos de los reyes del Alto y Bajo Egipto. Todos estos hechos son anteriores al año -5000, y contemporáneos de fenómenos sociales como el que marcó el fin del periodo de Uruk en Mesopotamia, previo a la instauración de lo que se ha llamado el Periodo Dinástico Arcaico.

 
Bibliografia: "Historia del Antiguo Egipto", Jacques Pirenne.