martes, septiembre 01, 2009

Impresiones de viajes VI



La positivista filosofía de Amenofis IV, influyó en la poesía, la música y sobre todo la escultura, dotandolas de un naturalismo que rompía con los cánones habituales, desplegando nuevos conceptos y nuevas formas, afectadas de un humanismo ajeno al clásico formalismo estereotipado, hasta el punto de llegar a constituir un estilo propio, el Amarniense.
en el plano politico, Amenofis IV avivó el antiguo enfrentamiento con el clero de Tebas, que se remontaba a Tutmosis III, casándose con Taduhepa, una princesa mitannia (conocida en adelante como Nefertiti, aunque hay disparidad de opiniones, a mi personalmente el perfil de Nefertiti no me parece egipcio) , pero esto no fue nada comparado con el tremendo conflicto que organizaría en seguida, cuando ordenó arruinar a pico y martillo todas las efigies de los dioses tradicionales de los principales templos con objeto de dar a entender que iba en serio, no habia mas dios que Atón. Mandó asimismo, cerrar todos los templos y expropiar al clero y a la oligarquía de sus prebendas y bienes, para entregar luego la gestión y administración de todo ello a gente nueva de origen humilde. El poderoso culto de Amón fue abolido (¡alucinante!), el Faraón pasa a ser desde ese momento, el único representante de dios y del estado, al estilo heliopolita, estableciéndose como un absolutismo de tintes populistas. Atón, como hacia Ra durante la XII dinastía, proclama la igualdad de todos los hombres y además les exige fraternidad. La liturgia de Atón abandonó el enigmático lenguaje habitual del clero de Amón, para expresarse en el lenguaje coloquial de la calle, con el propósito evidente de hacerse comprender, y cambió los antiguos cultos que se celebraban a puerta cerrada, dentro de los templos, sustituyéndolos por ritos públicos, al aire libre, en templos solares abiertos al estilo de la XII dinastía.
El clero de Amón se empleó mientras tanto y como contrapartida, en esparcir oscuros presagios y difamaciones, entre el pueblo, envenenando el ambiente con la abyecta intención de generar alarma social. Amenofis IV asqueado, decidió abandonar el entorno de Karnak y crear una ciudad enteramente nueva, mas al norte, a mitad de camino entre Tebas y Menfis, que llamaría Akhetaton (horizonte de Atón) mas conocida ahora como Tell el Amarna, redondeando con esto lo que, se mire como se mire, en realidad se presentaba como una autentica revolución dirigida desde el propio estado contra el poder del clero.

Amenofis III había desarrollado una efectiva política de paz con los vecinos reinos asiáticos, concediendo prestamos a diestro y siniestro, sin embargo Amenofis IV, cometió el terrible error de hurtar a sus aliados asiáticos el dinero con que su padre los mantenía contentos, denegándoles aquellos prestamos, (probablemente para hacer frente a los ingentes gastos que conlleva la construcción de una ciudad desde sus cimientos) desencadenó sin esperarlo, una serie de acontecimientos que generaron una enorme inestabilidad en los alrededores de sus fronteras asiáticas.
Se perdió la “amistad” de Hatti que con tanto esfuerzo había establecido su predecesor, además abandonó a su suerte a Dushratta, rey de Mittani quien sería asesinado por su hijo Mattiwaza, circunstancia que aprovecharon sus vecinos, los hurritas, para invadir el pais con la ayuda de Assurballit quien instauraría un protectorado asirio en la zona, si bien Mattiwaza escapó y encontró refugio en Babilonia.
Amenofis IV en vista de la situación, se vio obligado a tratar directamente con Assurballit, lo que en la practica representaba reconocer la existencia del reino de Asiria, cosa que enfureció sobremanera a Babilonia que hasta ese momento consideraba a Asiria casi como una provincia, un estado vasallo suyo. Burnaburiash, rey de Babilonia, para asegurar la ruta hacia el mediterraneo tuvo que reconocer la independencia de Asiria, estableciendo relaciones formales con el nuevo reino y casando a su hijo con una hija de Assurballit. El hijo de Burnaburiash murió antes que el, por lo que a la muerte del rey, con el pretexto de asegurar el reino para su nieto, Assurballit se apoderó de Babilonia. Mattiwaza una vez mas huyó, en direccion a Hatti, encontrando a Suppiluliuma sumamente dispuesto a apoyarle.
La negativa de financiación de Amenofis IV, incitó a al rey de Hatti a buscar en otra parte los recursos que este le denegaba, pasando a entablar relaciones directamente con Amurru y Kadesh, estados vasallos de Egipto, algo inaceptable y explícitamente prohibido en los tratados internacionales interpuestos entre ambos países. Ante la pasividad del rey de Egipto, Asiria comenzaba su inhumana andadura como nacion, extendiendo el terror a sangre y fuego, una amenaza ante la cual, la presencia egipcia se diluía rápidamente en el interior de las provincias asiáticas, Tiro y Biblos se independizaron dada la falta de protección, Amurru se rebeló instigado por Hatti y las ciudades de Palestina se enfrentaban unas a otras. Amenofis IV siempre deseó mantener la paz pero al final tuvo que mandar al general Horemheb a poner un poco de orden.
Paralelamente a estos acontecimientos, el faraón mantenia constantes enfrentamientos con el clero de Amón y muy mal tuvieron que ponerse las cosas cuando ya cerca del final de su reinado inició un acercamiento al clero, para atajar el boicot de los sacerdotes de Tebas, aunque no funcionó. Aparece luego manteniendo una corregencia con Smenkhare, quien estaba casado con una de sus hijas, Meritaton, con la intención de, apartandose del poder, restablecer las relaciones con Amón, sin embargo unicamente consiguió que la reina Nefertiti, fiel a Atón, fuera la que se separara de el.
A la muerte de Amenofis IV (cuyas causas realmente desconocemos) y la de Smenkhare poco después, durante escasamente tres años Nefertiti tomó la regencia en nombre de Tutankhatón, quien había sido dado en matrimonio a la hija Amenofis IV, Ankhesenpaatón, pero el clero de Amón se lo arrebató cuando tenia doce años de edad, llevándoselo a Tebas, donde seria entronizado como Tutankhamón y utilizado para legitimar la restauración de Amón. El resultado para el pueblo egipcio fue atroz, el faraón un niño aun, se prestó a los tejemanejes de Karnak que dieron rienda suelta a toda la perversidad institucional imaginable: una palabra en favor de la justicia social era automáticamente asociada al antiguo régimen y descalificada si no perseguida.
Todos los privilegios del clero y la oligarquía fueron restablecidos e incluso aumentados sensiblemente y todo lo que había sido confiscado a los templos fue exponecialmente indemnizado. La miseria asoló Egipto, las mafias y una administración absolutamente corrupta devoraron las entrañas del estado. Tutankhamon levantó alguna vez la voz contra las injusticias para con los seguidores de Atón, murió a los dieciocho años. Le sucedió Ay, un oscuro y efímero personaje, un funcionario con quien al parecer se había casado Ankhesenpaatón a la muerte de Tutankhamon, tras el fallido intento de matrimonio con un hijo del rey de Hatti, que sería asesinado durante el trayecto. Suppiluliuma, bastante mas cabreado que antes, declaró abiertamente la guerra a Egipto, sin embargo Horemheb, eficaz una vez mas, detuvo la ofensiva, tras vencer a las tropas de Arnuwanda, el príncipe heredero hijo de Suppiluliuma.
Se pretendió que el reinado de Amenofis IV, desapareciera para la historia, Akhetatón la ciudad de Amenofis IV fue abandonada, fueron tiempos de “progroms”, de conversiones en masa, de represión y abuso sin medida, hasta el mismísimo Horemheb, unico dueño del ejercito y sin duda el personaje mas popular y poderoso del momento se declararía fiel de Amón, llegando a presentarse como el obviamente anacrónico sucesor directo de Amenofis II (a quien el clero de Amón adoraba), una vez alcanzado el trono.
Horemheb se hizo con el poder gracias a sus meritos personales, y la oportuna intervención de Amón por medio de un oráculo, si bien no le faltó tampoco el apoyo de la oligarquía, al fin y al cabo era descendiente de una familia importante, representante de la mas rancia nobleza, aunque había perdido sus privilegios hereditarios, hacia doscientos cincuenta años.
Sin embargo los planes de Horemheb no pasaban por convertirse en una marioneta de Karnak, y lo hizo patente el mismo día de su coronación, presentándose con gran ceremonia el día de su investidura, como hijo de Horus, el antiguo dios real, el dios patrón del nomo de Hutnesut (Nemty) donde había ejercido la soberanía su familia, es decir mostrándose como un fiel seguidor de la tradición, no exacta ni exclusivamente de Amón. De hecho su intención, a pesar de las apariencias, era la de continuar de la manera que fuera posible, la política de los denostados Amenofis III y IV. Horemheb había sido un allegado de Amenofis IV, y aunque puede que no estuviera de acuerdo en el radical modo de actuar de este, simpatizaba con su doctrina. Durante todo su reinado se preocupó de restablecer la justicia, poniéndola en manos de hombres escogidos por el mismo de entre los mejores jueces de Egipto, se promulgaron decretos contra los arbitrarios impuestos que algunos gobernadores habían establecido para su propio beneficio y se persiguieron los sobornos a jueces y funcionarios, así como las requisas ilegales. Por otra parte Horemheb robusteció el tradicional politeísmo feudal frente al monoteísmo que afectaba al clero de Amón, probablemente para afirmarse en el trono, en virtud de sus derechos de linaje, lo que además aparentemente beneficiaba a la oligarquía. Como contrapartida otorgó importantes y abundantes prebendas al clero de Tebas. Una vez todos más o menos contentos, escamoteó el poder a los posibles candidatos de la oligarquía y soslayando la jurisdicción religiosa en temas dinásticos, adoptó a un hombre de su elección, Ramses, ajeno a la nobleza, militar de carrera y lo nombró su sucesor.
Horemheb fue en realidad quien inauguró la era ramesida, él forjó la persona política de Ramses, quien en realidad no era mas que un comandante, un guerrero que sin embargo llevó a cabo puntualmente el trabajo encomendado, podría decirse que solo fue el instrumento de Horemheb, pero seguramente no fue así, algo debió ver en él que le persuadió para promoverle al cargo. El clero de Amón debió aceptar la insólita decisión a regañadientes aunque por otra parte todos sus derechos habían sido restablecidos y al fin y al cabo el esquema de la propia teología necesitaba de la figura real, sin embargo desde el primer momento el poder de los templos y el poder real se acantonaron en sus propias posiciones. Las pretensiones políticas del clero de Amón adolecían de un marcado nacionalismo y apostaban por un tipo de economía señorial, mas cerrada, menos mercantil y al mismo tiempo la monarquía por el contrario, volcaba todo sus esfuerzos, incluso militares, en mantener las rutas comerciales abiertas y en practicar abiertamente una heterodoxia religiosa, aproximándose a las costumbres asiáticas, que sin duda rayaba en la herejía.
Ramses I, era ya mayor cuando accedió al poder por lo que en seguida asoció al trono a su hijo Seti, con quien comenzaría una nueva época de prosperidad en Egipto, sin embargo el entorno exterior había evolucionado desde la época del ultimo Amenofis y Hatti se preparaba para la guerra. Comenzó cuando Muwatalli impulsó a los beduinos (shasu) de Palestina para que se apoderaran, cosa que hicieron, de las veintitrés ciudadelas egipcias que protegían una importante ruta, aunque Seti recuperó el control en unos meses, llevándose a multitud de prisioneros, cuyos jefes sacrificó públicamente a Amón en Karnak. Seti estaba preparado para enfrentar a Muwatalli, aunque antes tuvo que deshacer un intento de invasión del Delta por parte de un ejercito heterogéneo compuesto de libios y europeos, si bien luego volvió a Siria y tras derrotar a los hititas, se apoderaría de Kadesh y obtendría de Bentesina, rey de Amurru juramento de vasallaje, aunque el vencido Muwatalli lo destronaría en seguida, poniendo en su lugar a Sabili, adepto a Hatti, convirtiendo así la triunfo de Seti en una victoria a medias.
Seti al igual que su padre pronto asoció al trono a su hijo, Ramses II, quien disfrutó del fantástico momento económico que la política de Seti había traído a Egipto, sin duda Ramses II era el monarca mas rico de su tiempo y su ejercito, el mas poderoso del mundo.
Los movimientos de Muwatalli, los tratados que andaba haciendo con estados vasallos y limítrofes, eran seguidos puntualmente por el estado mayor egipcio, a la espera del momento apropiado, Ramses dispuso su ejercito y robusteció sus fronteras, inspeccionando personalmente sus bases en palestina y los puertos fenicios, mientras Hatti se organizaba en el norte. Ramses seguro de su ejercito, esperaba una victoria definitiva en torno a la ciudad de Kadesh, pero en su impaciencia presto oídos a informaciones falsas y atravesó el Orontes solo con la división de Ra), dejando atrás a la de Amón, a la que seguía la de Ptah, muy rezagada, y tras la cual iba por ultimo la de Seth, (Ramses I había reemplazado, la antigua división del ejercito en dos , el del Norte y el del Sur, por tres divisiones, cada una bajo la advocación de un dios, la de Amón, la de Ra y la de Ptah, siendo añadida la de Seth, compuesta principalmente por libios, europeos y asiáticos, años después). Afortunadamente para Ramses II, fueron atrapados unos espías hititas quienes obligados a confesar, pusieron al corriente al rey de la precaria situación en la que se encontraba, rápidamente se enviaron mensajeros al las divisiones rezagadas para que aceleraran la marcha, mientras la división de Ra era partida en dos por la ofensiva hitita y asaltado el propio campamento de Ramses, quien a pesar de todo supo hacer uso de sus carros haciendo huir desordenadamente al ejercito de Muwatalli.
Hatti, perdido el golpe de efecto y la sorpresa, renunció a someter a sus tropas a un mayor desgaste retirándose, mientras Ramses también daba media vuelta y se replegaba, lamiéndose sus heridas. Muwatalli evitando el enfrentamiento directo, dedicó el resto de su vida a mantener ocupado a Ramses, fomentando sucesivas sublevaciones por toda Palestina. Verdaderamente Hatti no podía permitirse un enfrentamiento directo contra Egipto, necesitaba su ejercito para defenderse del despiadado expansionismo asirio. A la muerte de Muwatalli, se produjo una crisis dinástica de la que salió triunfante Hattusil III frente a su hermano Uriteshub, por quien había apostado Ramses.
Hattusil, consciente de la amenaza asiria, se esforzó en restablecer relaciones diplomáticas con Egipto, inexistentes desde tiempos de Amenofis IV, solicitándoselo por carta a Ramses “He tomado la soberanía, pero tu no me has mandado embajador y no has hecho lo que es de uso entre reyes cuando suben al trono, como mandar ricos presentes, telas reales y aceites perfumados”, quien respondería cortésmente sin dejar por ello de intrigar, claro. Hattusil consiguió un breve respiro que empleó en forjar una alianza con Babilonia con el fin de mantener dentro de sus fronteras a los asirios. Inmediatamente robusteció la guarnición de Tunip para frenar el avance egipcio, pero no pudo frenar a Ramses quien tomó la ciudad. El asirio Salmanasar aprovechando que no tenían los ojos puestos en el, avanzó hasta el Eufrates, amenazando a Mittani.
A Hattusil no le quedó mas remedio que buscar la paz con Egipto, le hubiera resultado imposible enfrentar a Egipto y a los asirios al mismo tiempo, de manera que acordó la paz con Ramses mediante un histórico tratado, del que dice una estela en Abu Simbel poniendo en boca de Ptah, dirigiéndose a Ramses: “ existen anales secretos en las bibliotecas ,desde el tiempo de Ra hasta tu majestad, pero que el pais de Hatti conciba sus destinos en una sola voluntad con Egipto, esto no había sucedido nunca”, de hecho este tratado trajo décadas de paz en todos los países de la zona, Salmanasar viéndose recluido en el interior de sus fronteras, decidió emplear sus energías en asuntos internos, trasladando la capital desde Assur a una ciudad nueva, Nínive; si bien, ahogadas sus pretensiones imperialistas, su frustración era patente.