miércoles, noviembre 02, 2011

El aceite de la vida o la mística de la brutalidad




 Una corriente de Islamofobia recorre los titulares de los medios de comunicación, desde hace ya bastante tiempo; no es un hecho casual, es en cierto modo una patética contraofensiva religiosa, frente al peligro real de una regresión social y cultural en todos los órdenes de la vida. Dicen los agoreros, con amplio despliegue de pormenorizados estudios y detalladas estadísticas que la decadente sociedad occidental, posee niveles de natalidad muy por debajo de la media, sobre todo en comparación con el mundo musulmán, lo cual le proporciona una ventaja táctica a largo plazo. Lo cierto es que esta decepcionante sociedad se mueve únicamente por y para el dinero, lo que en consecuencia ha llevado a la mayoría a una conclusión: “ya hay bastantes esclavos en el mundo”, y luego nos hemos permitido derrochar durante décadas, cantidad de dinero y recursos amparándonos irracionalmente en el paradigma “que me quiten lo bailado”.

Después de la “Guerra Fría”, desde los años 50, la triunfante sociedad capitalista se ha dormido en los laureles y en lugar de reclamar para si los ideales de una sociedad mas justa e igualitaria, que florecieron a principio del siglo pasado, se ha dejado llevar por la ambición, el amor al lujo y el egoísmo mas atroz. Hastiados por otra parte de la secular presión psicológica y social de la religión, hemos caído en un absurdo materialismo sin sentido, reduciendo nuestras expectativas vitales prácticamente a producir para poder consumir y viceversa, todo a espaldas del mundo entero, esto es, de las hambrunas, epidemias y dificultades del resto. Aunque alguna gente cree, como la mayoría de los Jihadistas, que se trata otra vez, de una nueva guerra de religión; sin duda el petróleo está detrás de todo esto. Si el petróleo se acaba, como llevan augurando los medios desde hace más de cincuenta años, se acaba el islamismo radical, pero también nuestra sociedad del posbienestar, de tal manera que en realidad los destinos de todos están entrelazados. De hecho El islamismo, como tal, no existiría sin la ayuda del mundo occidental. Recientemente podría decirse que cuajó en Afganistán, donde de lo que se trataba era de armar un ejercito en las riberas del agonizante imperio comunista, para que luchara contra los últimos baluartes del socialismo de Estado. Esto de financiar estados-frontera intermedios entre dos países enemigos no es nada nuevo, es tan antiguo como las ciudades. Cuando desapareció el problema soviético, se perdió el interes por aquel pais, pero los muhaidines educados para la guerra y hasta enaltecidos en su momento por el propio occidente, encontraron en la Jihad y en el cultivo de opio a gran escala, una forma de manifestar su decepción. Podríamos remontarnos a la atropellada descolonización británica de Oriente Medio, que ha convertido la zona en un lugar que paradójicamente visitan millones de turistas cada año, a pesar de seguir técnicamente en guerra, mientras un bando prepara el establecimiento del III templo de Salomón y el otro organiza la III Jihad. Creo que fue Goebbels quien cínicamente afirmaba que solo se necesita la colaboración del diez por ciento de la población, para poder conducir a la mayoría al matadero como al ganado y aunque el III Reich afortunadamente acabó casi antes de haber empezado, no fue posible evitar el mayor baño de sangre de la historia y la ruina de generaciones de supervivientes. Pasa constantemente.

Esta contraofensiva mediática que pone a los árabes en el punto de mira, no es falsa, es decir no esgrime argumentos falsos, ciertamente una gran parte de la sociedad musulmana hoy en día es brutal, autoritaria y sobretodo en el entorno de las organizaciones islámicas se fomenta particularmente el odio y la crueldad desde la mas tierna infancia; en las escuelas se educa a los niños en la intolerancia como si de una virtud se tratara. Sin embargo en el fondo todo es una farsa descomunal y me explico; aunque a alguien le pueda pillar por sorpresa, en este preciso momento en el que tanto se habla de crisis en realidad nos hallamos en una encrucijada, estamos a las puertas de una nueva revolución tecnológica, algo nunca visto, una nueva física, nuevos materiales y lo mas importante una nueva fuente de energía inagotable y barata, la energía de fusión y eso solo es un primer paso a todo un universo de posibilidades futuras. Que bien, que bonito… pero los actuales detentadores del poder quieren conservar su estatus y liderar los cambios de todo tipo necesarios para dar paso del antiguo orden (el actual) al nuevo, sin que se produzcan cambios en lo fundamental para sus intereses. Por eso quieren que pensemos que algo tan abstracto como el simple egoísmo nada tiene que ver con el devenir de las cosas y que la culpa de todo la tienen estos malditos moros. Lo peor es que en nuestro caso, es decir, el de la mayoría, llegado el momento, la facción dura del poder, no va a tener el menor escrúpulo en volar el edificio con nosotros dentro, con lo que quiero decir que lo mismo nos empujan a una guerra como los veo capaces de convertirse al Islam si fuera necesario, Para estas personas somos poco más que números, cifras anónimas en un aséptico informe y desde luego sobre todo somos demasiados números. Hemos de ser conscientes de que durante las posguerras, los que sobreviven, salvo excepciones, en general suelen ser mucho más dóciles, acuciados por el hambre y las necesidades; a estas alturas no me cabe duda de que incluso independientemente del estrato social, hay mucha gente que piensa en estos términos.

La inmigración en Europa es un fenómeno calculado, no un fenómeno atmosférico más o menos imprevisible o inesperado como pretenden hacernos creer los medios. Desde sus comienzos, durante la década de los 80, recordemos que se nos decía que si bien la mayoría de los inmigrantes entraba ilegalmente en los países de destino, al mismo tiempo se les presentaba como un mal necesario para paliar la falta de mano de obra, a pesar de los millones de parados que no han dejado de crecer desde entonces. Evidentemente todo era una flagrante falacia, un subterfugio para no reconocer que con las directrices actuales no se puede competir contra economías esclavistas, sin esgrimir sus mismas armas, es decir, sin reducir a la acomodada clase media a la esclavitud o la miseria. De lo que se trata en definitiva es de esquivar el problema fundamental del capitalismo y es que no tiene la menor idea de cómo o por donde empezar a urbanizar la jungla. Nadie ignora que en el libre mercado domina la ley del más fuerte, aunque se levante sobre las escuálidas espaldas de millones de insolventes. Últimamente se da la leyenda urbana de que la culpa es de los chinos, como antes lo fue de los japoneses y antes de los americanos o los ingleses y así sucesivamente... Verdaderamente el mundo occidental no necesita difamar al mundo islámico, ya lo hace muy bien el solo, pero lo mismo sucede con el mundo occidental, de hecho existen estudios que demuestran que un porcentaje considerable del auge que esta tomando el Islam en Estados Unidos proviene directamente de las conversiones efectuadas entre la población carcelaria. Debemos tener en cuenta que en los libérrimos USA, las cárceles son una industria en manos de capital privado y que la lógica del sistema de mercado dice que para que haya beneficios tiene que haber presos, aunque no sean el demonio. En verdad este es un orden perverso, sin embargo sería absurdo que la humanidad en un momento crucial, una vez mas, gastara sus energías en una nueva guerra para beneficio de unos pocos.

Por ultimo, después de tragarme, a duras penas, varios capítulos de Islamparatodos en Youtube, he creído entrever en las formas en las que hay que estar ante la divinidad, como el Salat, el remanente encriptado de unas formas mucho mas antiguas, como las que se ven en las estatuillas acadias y sumerias, lo cual en ese momento me pareció muy interesante, a parte de esto, resulta evidente que el Islam lejos de facilitar crecimiento espiritual alguno, da carta de favor a una absurda sarta de complejos psicológicos alienantes y ridículos prejuicios, llegando a divinizar el concepto de autoridad, en fin, una suerte de fascismo místico, de obediencia absoluta, sembrado de severas normas, estrictos rituales y castigos macabros. Una alegría.